Gordy " Mi pana mío"



"Mi pana mío”. Esta es la frase con que suele saludar Gordy, un gran amigo mío de esos que por sus peculiaridades solemos calificar de "personajes";  bien  distinto de otro personaje que me inspiró a escribir una de mis primeras crónicas biográficas: "Manolete y El Urrutia" en la que apenas le menciono aun cuando el también es amigo de Manolete y comensal asiduo de "El Urrutia".
El pana se llama  "Gordy Striklan" (ambos son nombres); no sé de donde los sacó su padre, supongo que de su imaginación de bohemio,  pues éste fue un dandi de la Caracas de los 70, otro personaje. No podía esperarse menos de su hijo mas ilustrado. A este pana lo conocí en mi época dorada, yo recién divorciado  y ocupando  un cargo medianamente importante en el gobierno de Jaime Lusinchi, que obtuve por concurso -aclaro-.
El gimnasio del otrora Hotel -cinco estrellas- Caracas Hilton (ahora “Alba Caracas”, casi un antro del chavismo) era el punto donde coincidíamos un grupo de jodedores, que  recuerdo más por sus apodos: “Aluminio”, “Boca Negra”, Tony, Nelson Chitti, nosotros y otros, a deslastrarnos en el baño sauna  la resaca que nos dejaba la ultima parranda; hacer algo de ejercicios y hablar abiertamente paja de política y deporte. Hacíamos unas rutinas anárquicas de maquinas y pesas, otras veces nos anotábamos en las  clases de aerobic que impartía  Arturo, un uruguayo o argentino con actitud más bien de gestor, que solo se preocupaba por bucearse  los culitos – nosotros a veces también-.
Allí hicimos amistad  Gordy, Carlitos (otro jodedor compañero de trabajo de Yvonne, quien también conocí en ese gimnasio y que sería luego mi esposa) y yo. Eran los tiempos de felicidad de la clase media. Fueron mis compañeros de farra durante ese noviazgo y por supuesto mis primeros invitados a la boda. Ambos parranderos pero bien diferentes ellos, Gordy muy esposito y Carlitos un eterno solterón y solitario.
Después  nos reuníamos por separado, pues a Gordy lo había incorporado a mi equipo de trabajo en Valencia como auditor externo del banco valenciano que Manolete y yo representábamos. Allí, en esa gestión se descubre el talento del pana Gordy para la joda. Él cayó muy bien en el grupo de inversionistas valencianos que nos acompañaban semanalmente en las reuniones de la junta directiva del banco. Gordy apuntaba su crecimiento profesional recurrentemente con anécdotas y ocurrencias de su pasado, pero lo más resaltante en las tertulias y los tragos era su repertorio musical de viejas baladas.
Las cantaba todas y además las dramatizaba. Eran fijos en  las reuniones – algunas que continuábamos en la camioneta tipo van que nos trasladaba de regreso a Caracas-  los temas de Julio Jaramillo, Leo Dan, Daniel Santos, Sandro y tantos otros  contemporáneos. Manolete en Caracas invitaba  tragos  solo para disfrutar su repertorio de música “rocolera” (la rocola era un aparato de tocar discos que usaban los bares o “botiquines” como les llamaban en los pueblos, que se activaba con una moneda por canción y que marcó la música de un tiempo y el estilo de muchos cantantes de la época por su contenido sentimental o de despecho, como solían decirle) y oírle explicar las letras y el porqué tal o cual canción merecía reconocimiento. Manolete le hacía repetir  en cada ocasión sus veredictos sobre la mejor canción de todos los tiempos, que según Gordy era o es "Cenizas" de Javier Solís, que interpretara magistralmente “Toña La Negra”, y la segunda canción: "Perdón" de  Pedro Flores, que interpretaran  estupendamente Daniel Santos, Vicente Fernández y otros.

El pana Gordy, sin voz de buen cantante, se permite entonar cualquier tema conocido y supera la prueba. En su casa tiene una colección impecable de todos los discos de estos grandes artistas.
Otra de sus virtudes o hobbies es jugar bien al dominó; partidas que concierta con sus amigos tahúres con el afán y la logística de una ceremonia, y cuando improvisan una partida lejos de casa siempre cuenta con el respaldo y ayuda de su esposa Rosa, quien lo secunda en todos sus lances para cuidarlo o porque el mismo se lo pide. De verdad que el pana le profesa públicamente una admiración a la esposa como pocos lo hacen con las suyas.

Gordy es de los pocos venezolanos que aun conservan la tradición de enviar una tarjeta de navidad todos los años a sus amigos. Esa tarjeta la espero siempre como quien espera la llegada del “Espíritu de la Navidad”. Esta viene siempre con un mensaje de mucha esperanza y optimismo por el cambio hacia un mejor país, lo que siempre nos  regocija,  y con pensamientos  de notables  bien  acordes con el trance político del momento.

Estos últimos años las mismas circunstancias sociales, políticas y económicas del país y las personales de cada quien, nos han perturbado la recurrencia de estos nostálgicos “soundtrack”.
Tenemos la esperanza de que nuevos tiempos en el país nos devuelvan esos encuentros tan relajantes, aunque ahora los precios exorbitantes del escocés nos distancien la frecuencia con que solíamos hacerlos.
Gordy, espero que el 6 de diciembre tengamos una buena razón para celebrar.

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