"Los hábitats del adiós"



"Oliver hace esfuerzos para entender el drama de una sociedad crispada por tantos desaciertos del gobierno y de la oposición. La ve absorta ante el desconcierto que provocan los hechos políticos que parecen elaborados por guionistas de películas perturbadoras o de difícil digestión como algunas de Quentín Tarantino o  de Stanley Kubrick


No deja de recordar con tristeza la habitación que dejó su hija Oriana, cuando se marchó a las pampas argentinas abrumada por el desconcierto sobre su futuro en un país que avizoraba desmanes y hambruna.

Ésta daba sus pininos en el periodismo venezolano en un rancio diario centenario ahora de talante chavista, en la esquina de Plaza España de la avenida Urdaneta de Caracas. Qué lástima –se dijo- muchos periodistas ansiaban en la “cuarta república” pertenecer a un diario de alcurnia como “El Universal”. Ahora ni siquiera a un recién graduado lo ancla una propuesta venida de ese otrora respetado diario. 

El solitario cuarto arreglado con muy buen gusto por su ex, un año antes, es un vacío que lo sobrecoge. La pared del fondo en azul índigo luce en forma simétrica sendas fotos a color de Nueva York, una del puente de Brooklyn y otra del Times Square parecen escoltar un poster lineal en vinilo de The Beatles. La pared blanca del frente luce una foto en sepia de la Torre Eiffel y el plasma de 32 pulgadas suspendido a la pared sobre la mesa en madera y acrílico de la computadora Apple, no ha vuelto a encenderse.  La cama tamaño matrimonial contra la pared azul aun exhibe el peluche de un perro orejón grande que parece mirar hacia la puerta como aguardando el regreso de su ama.

Ese sentimiento de orfandad lo soportó durante casi un año, sorteando las infamias de la rutina atroz caraqueña e inmerso en la búsqueda de una solución, ya fuera en Caracas o Maracaibo, al tema de su madre (Rosa) que requiere atención especial por su avanzada senilidad. Entonces, alistó maletas, vendió sus raquetas de tenis y apostilló sus antecedentes penales. 

Se dijo a si mismo que disfrutaría unos dos meses de vacaciones mientras tramitaba su DNI, para luego ver que otro talento laboral iba a descubrir en aquella tierra de turbulentos aires (que luego dudaría de por qué los llaman “Buenos”)

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