Un malvado jeque

 

 

    Ignacio había leído historias perturbadoras sobre los árabes,  por ello todo lo que tuviera algún componente del Medio Oriente, fueren turcos, persas o afines, le parecía misterioso o intimidante. No confiaba en las personas de fanatismo religioso, además,  los antecedentes  sórdidos que rodearon la muerte del anterior dueño de la empresa que ahora dirigía ese señor libanés con cara de tonto, le provocaban cierta inquietud. Por ello, aquella aparente amistad que le ofrecía ese nuevo personaje del medio financiero la tomaba con aprensión.

 

     Asistió al almuerzo ofrecido por ese pretendido jeque financiero, más bien inducido por su relación de amistad con Sabrina, que fungía de relacionista público del susodicho turco. "La Bussola", el restaurante italiano seleccionado, era para el momento en Caracas, el de mayor atracción, no tanto por su publicitada cocina ítalo-mediterránea, sino por la curiosidad de su decoración. En particular, su baño de caballeros no tenía urinario convencional. Era un escenario novedoso, una especie de piso parrilla donde los hombres orinaban libremente, al tiempo que desde las paredes emanaban chorrillos de agua y luces que disipaban el orine y la imaginación.

     La velada discurrió con absoluta normalidad. El talante del jeque le pareció confiable. Jamás sospechó que ese imberbe personaje escondiera algún macabro instinto.

    El motivo oculto de la reunión era valerse de la amistad de Sabrina con Ignacio, para plantearle un favor de éste como director en el organismo público que ventilaba un procedimiento administrativo de inhabilitación contra el enigmático personaje. Sin embargo, Ignacio ya estaba acostumbrado a estas interesadas invitaciones que le hacían los empresarios del sector; él se limitaba a escucharlos y a no repetir otra reunión con quien procurara utilizarlo.

 

    Al parecer, ese pichón de jeque pretendía obtener mayores provechos de su invitación, por lo que unas semanas después, cuando recibió oficialmente del organismo la sanción administrativa que intentaba permear, montó en cólera y enfiló su odio hacia Ignacio.

 

   Las primeras acciones intimidantes del maléfico personaje fueron unas llamadas anónimas al celular de Ignacio, en las que lo amenazaban de muerte. Él, inmediatamente, asoció las amenazas con este personaje, ya que no conocía otra persona de la cual pudiera sospechar una animadversión. Lo que no entendía Ignacio, era, qué buscaba ese sujeto con sus llamadas intimidantes, si ya la sanción se había impuesto. Era una conducta morbosa la del enigmático sujeto, sin duda; solo perseguía hacerle daño a la estabilidad emocional de Ignacio en venganza de la medida. El libanés no se conformó con las amenazas. Una noche, de madrugada, recibió Ignacio en su casa una llamada de sus hijos que vivían aparte. Acababan de recibir ellos por teléfono la noticia, supuestamente desde la medicatura forense, que les convocaba al reconocimiento de Ignacio. Sus hijos sintieron un gran alivio al contestarles directamente su padre vivito y coleando.

 

  Sin duda, la mente criminal del libanés estaba cobrando con creces la actuación apegada a derecho de Ignacio al frente del despacho público que le habían encargado.

 

     Al pasar el tiempo, Ignacio comienza a colaborar con un diario especializado en materia de economía y finanzas, donde le pautan una columna todos los jueves. "Economía Hoy" se titulaba el diario. En ella pone en conocimiento de los lectores temas de la banca y seguros, que rápidamente convierten las cuartillas semanales en unas de las favoritas de los lectores del sector.

 

   Por ese mismo tiempo, el libanés, ya apartado de la actividad financiera, compró el diario de la competencia, supuestamente especializado en los mismos temas, pero de un estilo amarillista y vulgar; formato que también tiene su público. Obviamente, el personaje encontró otra trinchera desde la cual le resultaba cómodo volver por sus fueros con el reconcomio. Un día, le dedica toda la contraportada del periódico a criticar y difamar la conducta de Ignacio en el organismo público que le aplicó la medida, sin mencionar por supuesto al infractor  sancionado, ni los fundamentos de la medida. Buscaba obstinadamente perjudicar la imagen honorable de su verdugo.

 

   Después de esa infame afrenta, que Ignacio toreo para no prolongar la vendetta, que el jeque aspiraba convertir en un best seller, como suele ocurrir con estos misteriosos personajes, el diario donde colaboraba, al parecer, sucumbió a las primeras acciones gubernamentales de Hugo Chávez, contra los grupos económicos.

 

    Con el transcurso del tiempo el pasquín del libanés, por razones de búsqueda de notoriedad o poder, se anotó en la primera línea de fuego contra la revolución que iniciaba el inefable  “Comandante Galáctico”. Allí si encontró un enemigo a su medida. A los pocos meses el diario fue clausurado por el régimen y su mentor sometido a varias detenciones y procedimientos intimidantes del gobierno. Nunca más se supo del personaje a su salida de prisión.

 

 


Comentarios

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