Joshua el primo de Oliver estaba por cumplir 25 años de
casado. Un matrimonio como muchas uniones de clase media, medianamente feliz,
aunque en Facebook todos luzcan desbordantes de
felicidad. La revolución chavista
ha tenido su impacto en la estabilidad de muchas parejas -nos dice Oliver-. El
desgaste que ha producido el stress que trajo el proceso comunistoide con su
mar de angustias, temores y protestas por la inflación, inseguridad, violencia,
desabastecimiento, etc, etc, han socavado las bases de muchos hogares que
lucían sólidos en sus comienzos. Tenemos 18 años soportando esta infamia que
siempre es tema de conversación y por supuesto de discusión por las
discrepancias en las estrategias de la oposición, que hasta en las parejas más
afines pueden concebirse serias
inconsistencias. Pero no fueron esas las diferencias que provocaron el stress
fatal en casa de Joshua.
Mi primo –dice Oliver- necesitó llevarse a su madre (tía
Rosa) a vivir con él, su mujer y su suegra a la vieja casa de Sebucán, ya que
le resultaba inconveniente y temerario mantenerla viviendo sola en el
apartamento estudio de Sabana Grande o pagarle una asistente. El sabía que no
sería nada fácil la convivencia en virtud de lo avanzado del deterioro mental
de su madre y en cuenta del carácter explosivo tanto de su mujer como de su
madre, pero no le quedaba de otra.
Con inteligencia y sabiduría –pensaba Joshua- mi esposa pudiera manejar la situación, porque a mi
madre por su ancianidad no le podemos pedir esas virtudes. Pero tal parece que la senilidad de
la tía Rosa sacó de sus cabales desde el primer día a la mujer de Joshua, quien
en lugar de propiciar una convivencia amigable en consideración a la salud
mental y física de la suegra, desató todos sus recelos del pasado y decretó
zonas prohibidas en la casa para el tránsito de la tía Rosa, que fue como
echarle más leña al fuego. Restringió el uso del fregador, la cocina, la nevera
y de algunos muebles con carácter irreversible. Le molestaba hasta que la vieja
Rosa pensara en voz alta, que es una de las típicas manías de muchos ancianos.
El pobre Joshua entró en estado de shock, ya que convivir
en medio dos mujeres de temperamento difícil, con un entorno externo signado
por una calle hostil y la sociedad civil crispada por las atrocidades de la
dictadura y el bachaqueo, era poco menos que insufrible. Entonces Joshua optó
por buscar una solución favorable a su esposa, colocó en un ancianato a su
madre a un costo que mermaba considerablemente su presupuesto. Al poco tiempo
pudo percatarse que estos sitios son para ancianos que quieren morirse o eso
quieren sus hijos atormentados. Pero el caso de su madre (tía Rosa) no era
ninguno de los dos. A los tres meses la regresó a la casa con mayores dosis de
medicación y precaución.
Le hizo ver a su mujer la imposibilidad de otra opción que
convivir en la tormenta procurando una paz casi imposible. No entendía como él
había aceptado convivir con su suegra desde hacía varios años, sin quejarse ni
recriminarle los espacios perdidos para brindarle comodidad a la matrona. Pero
de nada sirvieron las conversaciones.
Los tormentos desatados por las actitudes intransigentes de ambas féminas
continuaron mellando la paciencia de Joshua. Ya al borde de un colapso nervioso
por el stress instalado en el ambiente, decidió largarse con su madre a otra
ciudad menos bochornosa. No tengo otra alternativa le confiesa a Oliver, no
puedo abandonar a su suerte a mi madre porque es una anciana. No tengo alma de
gringo. Además mi relación conyugal tampoco era material para una telenovela
rosa, pues como podrás apreciar el talante de ambos no es el romanticismo. Los
sagitarianos somos poco dados a la hipocresía. Los dos somos sagitario.
Joshua ha pasado la mayor parte de su vida casado, apenas
cumplió 21 años contrajo matrimonio y después de 15 años sucumbió a las
provocaciones de la Venezuela saudita, pero la soledad del divorcio le duro
poco pues reincidió a los meses. 25 años en segundas nupcias lo abrumaron y
opto por tirar la toalla en medio de un stress inducido a lo mejor por las
circunstancias o por una errada jugada.
El matrimonio es la sociedad mas
difícil de sobrellevar porque median sentimientos –nos dice-, pero cuando han
transcurrido 40 años en ese mismo juego político hay que tener la vocación de dictador
para dominar sin trabas o de sumiso para complacer generalmente la voluntad de
la socia y parecer una sociedad democrática y participativa. Creo que la
mayoría de los hombres son unos hipócritas que dicen ser felices casados de por
vida o de verdad se creen o parecen felices porque son unos sumisos por naturaleza
y eso los hace sentir complacidos. Esa sociedad no está concebida para todos
los seres humanos porque hay que tener una piel y un temperamento de lo que la
mayoría carece. (… esta historia
continuará!)
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