"Maracaibo ha dado tanto.."
Maracaibo: La Tierra del Sol en Decadencia
"Maracaibo ha dado tanto que debiera de tener…" canta una estrofa de La Grey Zuliana, esa gaita inmortal de Ricardo Aguirre que, con el pasar de los años, ha adquirido un matiz de amarga ironía. La "Tierra del Sol Amada", cuna de energía y cultura, se enfrenta hoy a un ocaso impensable, donde la grandeza de antaño se difumina entre el abandono y la precariedad. Oliver, como tantos otros, conserva en su memoria una ciudad vibrante y orgullosa, pero la realidad que encuentra a su regreso desafía sus recuerdos.
Su decisión de instalarse en Maracaibo no fue tomada a la ligera. Allí vivió cinco años de su vida y guarda afecto por la calidez de su gente y el bullicioso carácter marabino. En su época como alto funcionario del principal banco de la región, conoció de cerca los encantos de la ciudad. Además, su único hijo ha hecho de Maracaibo su hogar por más de una década y no parece tener intenciones de irse. Sin embargo, la idea de echar raíces de nuevo se torna cada día más difícil.
"Maracaibo marginada y sin un real," reza otra vieja gaita de protesta, que hoy resuena con renovada vigencia. Las calles son un vertedero a cielo abierto; en sectores como Milagro Norte y el centro, los montones de basura crecen sin control, testigos silenciosos de la incompetencia de las autoridades. La alcaldesa, como sus predecesores, parece condenada al descrédito en las próximas elecciones. El transporte público es una ruina: unos pocos autobuses desvencijados circulan como fantasmas en las avenidas, mientras camiones de carga improvisados transportan pasajeros amontonados como ganado. Sin un vehículo propio, desplazarse es una hazaña diaria.
La comunicación tampoco ofrece respiro. El internet es una lotería, más propenso a desaparecer que a funcionar, y los apagones se llevan por delante no solo la conectividad, sino también la posibilidad de una vida normal en un clima tan extremo. Sin electricidad, los electrodomésticos perecen, los alimentos se echan a perder y los aires acondicionados —la última barrera contra el sofocante calor— se convierten en un lujo inalcanzable.
Las rutinas que Oliver disfrutaba en Caracas se han vuelto un reto aquí. Escribir en redes es una odisea entre cortes de luz e internet intermitente. Caminar bajo el sol marabino es más una prueba de resistencia que un placer. El tenis, su refugio en la capital, parece un deporte en extinción en esta ciudad donde hasta los más entusiastas prefieren el resguardo de un aire acondicionado. "Estos 'come tequeños' están todos gordos," bromea, aunque admite que los tequeños marabinos son irresistibles.
Desde su llegada, ha intentado organizar una partida de tenis, sin éxito. Incluso las actividades más mundanas, como hacer compras, se vuelven agotadoras bajo el sol inclemente. Y el viacrucis de la gasolina es otro tormento: cada recarga implica horas de espera y paciencia. Aunque alquiló un apartamento cerca de la avenida 5 de Julio por seis meses, no está seguro de aguantar tanto tiempo. Caracas, con todos sus problemas, sigue ofreciéndole más razones para quedarse. "Extraño mi Parque del Este," admite con nostalgia.
Pero hay algo en lo que Maracaibo le ofrece una ventaja inesperada: la seguridad. A pesar de vivir en una zona de clase media, Oliver experimenta una tranquilidad que en Caracas le resulta impensable. En el este capitalino, basta con dar unos pasos fuera de casa para que el miedo se active como un instinto de supervivencia. "En Altamira, el peligro te acecha en cada esquina," dice con la certeza de quien ha aprendido a caminar con la mirada siempre alerta.
El descontento en Maracaibo no se limita a quejas sobre la crisis. Hay quienes sueñan con la independencia del Zulia, con romper amarras con el poder central de Caracas y recuperar el esplendor perdido. "Maracaibo ha dado tanto que debiera separarse," murmuran algunos con fervor separatista. Pero Oliver ve en esa idea más una quimera que una posibilidad real. "Ese sueño no tiene asidero constitucional ni viabilidad pacífica, menos aún bajo un régimen que exprime al Zulia hasta la última gota de petróleo."
Maracaibo ha sido testigo de días gloriosos, pero también de su propia decadencia. Oliver no sabe si podrá adaptarse a esta nueva versión de la ciudad que una vez amó. Aun así, en algún rincón de su mente persiste la esperanza de que la Tierra del Sol Amada recupere algún día el brillo de su esplendor perdido.
Excelente mi pana mío. Un gran abrazo. Saludos a Ivonne.
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