!La oposición en extinción y este país se jodió!
Epitafio de una nación: el éxodo venezolano
Este título parece reflejar con precisión la tragedia de la diáspora más masiva en la historia de América Latina, un fenómeno que no solo vacía al país, sino que se lleva consigo a la mayoría de la oposición activa y beligerante. Para finales de 2018, las estimaciones apuntaban a una cifra aterradora: siete millones de venezolanos habrían abandonado su tierra, empujados por la hiperinflación, el hambre, la delincuencia y la barbarie comunista. Este desplazamiento forzado, compuesto en su mayoría por jóvenes y profesionales de oposición, marca una pérdida irreparable para el futuro del país.
La crisis poblacional venezolana no es una mera especulación. Como advertía un editorial de El Nacional en junio de 2018:
"Uno de los fenómenos más característicos del caso venezolano será, sin lugar a dudas, la pérdida de población. De no salir Maduro del poder, la situación continuará irreversible. En una década, la población en Venezuela podría reducirse a 20 millones, lo que implica que, en tres décadas, el 33% de los venezolanos habrá emigrado."
En este contexto, la respuesta de los venezolanos parece pragmática, aunque dolorosa: ante la impotencia para derrocar al dictador y las penurias de un régimen infame, optan por buscar una vida digna en tierras lejanas. Lamentablemente, entre quienes migran se encuentra lo mejor del país: los más osados, los más talentosos. Aquellos que, hasta 2017, llenaban las calles en marchas y protestas, hoy forman parte de concentraciones en plazas extranjeras o luchan por sobrevivir en países que les ofrecen una segunda oportunidad. Su partida ha dejado a la oposición interna debilitada y mermada, con manifestaciones que ahora lucen desoladas, "escuálidas", y donde el miedo, la represión y la lucha diaria por alimentos y medicinas han sustituido el grito de libertad.
La Venezuela que queda atrás parece encaminarse a ser otra Cuba: un país dominado por una población dependiente de las dádivas del régimen. El "nuevo hombre" chavista es un ser parasitario, moldeado por la propaganda oficial para vivir arrodillado a cambio de bolsas CLAP, pensiones de hambre y bonos que refuerzan la lealtad servil. En este ambiente, el trabajo productivo es irrelevante; lo esencial es mantener "la rodilla en tierra".
La pregunta entonces surge inevitable: ¿quiénes se quedan en Venezuela?
Permanecen aquellos que no pueden o no quieren irse: los ancianos, a quienes la edad inhibe de lanzarse al abismo de la migración; los que temen abandonar lo poco que tienen y enfrentar la incertidumbre; los pobres, que carecen de recursos mínimos para emigrar; los ricos, que aún pueden resistir la carestía gracias a sus privilegios; y los "enchufados", contratistas del régimen, narcotraficantes, pranes, militares corruptos y demás especímenes que prosperan en el caos chavista. También permanecen los que, por convicción o ignorancia, creen en las falacias de la "guerra económica" y en la narrativa de resistencia al "imperio norteamericano".
La oposición interna, mientras tanto, se desmorona. Quedan apenas los guerreros del teclado, batallando desde las redes sociales, mientras las calles guardan el eco apagado de gritos de libertad acallados por la brutal represión. Los líderes opositores parecen aferrarse a la ilusión de que son mayoría, sin considerar que esta mayoría no se traduce en votos: muchos han emigrado, otros temen represalias, y una gran parte simplemente se ha rendido ante la apatía.
Por todas estas razones, Oliver está convencido de que no habrá salida electoral a esta pesadilla. Cree que, para quienes desean vivir o morir en un país mejor, solo quedan dos opciones: marcharse o resignarse a la miseria. Con esta reflexión, cierra su relato con un epitafio que resuena como un grito de desolación:
"Que se queden a cuidar este rancho de país quienes aspiren vivir el resto de sus vidas en medio de la inmundicia, la impudicia y la injusticia."
Comentarios
Publicar un comentario