Las futuras "Casas muertas"
Si bien “Casas Muertas” de Miguel Otero Silva es una obra
maestra que denuncia el penoso morir de un pueblo venezolano aniquilado por el
paludismo, el autoritarismo y las guerras civiles, la historia que nos dejará
la era chavista es inmensamente prolífica en episodios infames y vergonzosos de
pueblos venezolanos sumidos en epidemias y calamidades de toda naturaleza
acentuadas mas por la ineptitud y la corrupción que por los errores políticos.
Los relatos que siguen son una de tantas manifestaciones de
la historia contemporánea de Venezuela que se contarán en el futuro desde la
perspectiva de ensayistas y escribidores sobre los años de la decadencia que
nos ha tocado vivir. El blog “Tiempo de Memorias” hace su aporte en esa
diligencia con algunos párrafos tomados del borrador de “Los hábitats del
adiós” de su director:
“Ciertamente el país había cambiado mucho desde que Oliver
visitó aquella ciudad andina en el año 2.017. La secuencia de hechos sociales y
políticos que sumieron a la ciudadanía venezolana en una convivencia bizarra
entre la sobrevivencia, la diáspora, la persecución política, el miedo y el
hambre daban la sensación de que habían transcurrido muchos años de dictadura.
Era inexplicable que el estado de tensión social producto de tanta circunstancia
infame de toda índole se hubiera instalado para siempre en el cuerpo y alma de
los venezolanos. La población ya no reaccionaba a los desvaríos oficiales y
muchos ciudadanos tomaban esos episodios como capítulos tácticos de la ópera
bufa. Ya nada sorprendía, nada deparaba penas ni provocaba lágrimas. Nos fuimos
como quedando en un limbo o estado catatónico del cual apenas hacíamos
comentarios rituales sin esperar vivas o
réplicas. Habíamos descuidado fechas importantes en nuestra vida familiar. No había
nada que celebrar o conmemorar para la mayoría de la clase media trabajadora,
salvo por supuestos los consabidos oficialistas y los ignaros agentes de la
indiferencia, la fantasía y la rumba. Las noticias confiables solo las
buscábamos en el diario de oposición “El Nacional” y en los medios digitales,
pues no había un solo periódico o medio
escrito o emisora de radio o televisión que no evidenciara su línea oficial o
la autocensura y el miedo a ser intervenido o chantajeado. La provincia parecía
haberse hecho más distante no sólo por el estado deplorable de las carreteras y
autopistas, sino por el miedo a los asaltos en la travesía y los inmensos
costos de cualquier implemento indispensable para los vehículos como aceites,
cauchos y baterías. Los vuelos desde Maiquetía por su elevado costo parecían
haber quedado para enchufados públicos y privados, empleados dolarizados y bachaqueros
de cuello rojo.
La fe católica había entrado en franca decadencia, los santos
parecían ya no hacer milagros y los feligreses absortos en diatribas políticas
solo visitaban las iglesias para rezar un adiós a sus difuntos. Los
acontecimientos políticos por muy magnos que parecieran ya no deparaban
sensacionalismos ni tormentos mediáticos. Todo hecho noticioso nos parecía alguna
escena truculenta de guiones de viejas películas de los gánster Al Capone o Vito Corleone. La “Venezuela heroica” lucía
borrosa y aburrida de tanto rezo bolivariano y revelaciones de un izquierdismo
paranoico.
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