La invasión del pirata Macuto

El Titanic venezolano parecía un barco fantasma abandonado, movido solo por las corrientes marinas que provenían de Rusia y China. Algunos pasajeros decidieron volver al barco al no encontrar subir a los botes salvavidas que, por repletos, sus espontáneos capitanes comenzaban a lanzar al agua a los ocupantes más amotinados. 
Al parecer, unos murciélagos ponzoñosos venidos de las costas de Wuhan en China, aparecieron abruptamente sobre la proa en medio del caos causando mayor pánico. Los más aterrados pasajeros estaban exhaustos de gritar "auxilio" hacia los rescatistas del barco imperial “Donald”, quienes parecían sordos a sus súplicas, pues no apartaban sus ojos de los telescopios que apuntaban desde el puente de mando hacia el oriente, como esperando la ocurrencia de algún episodio galáctico más trascendente a sus intereses.

 Siendo la operación comando la única posibilidad de salvación que veían, tampoco contaban inexplicablemente con el apoyo del descaminado marinero que ficcionaba ser el capitán “Maravilla”, quien aturdía con cánticos y tontas consejas a la turba de deslumbrados por la inminencia de la muerte. Su irresoluta conducta era acompañada por arengas de unos viejos y achacosos marineros que, borrachos, alentaban desde estribor con trilladas vivas, entre las que más repetían: “este peo es nuestro peo”. Sus súbitos llamados al rezo colectivo y el ayuno beligerante, parecían emocionar y calmar a su grupo de seguidores que los más recalcitrantes de popa denominaban con pena “guaidolovers”. 

En medio de este indescriptible maremágnum, un destartalado peñero, náufrago de algún viejo descalabro castrense, cuyos ocupantes insomnes observaban la tragedia como quien ve llover, comenzó hacer señales hacia el Titanic. Al mando del peñero, un pirata de aspecto estrafalario con una pata de palo y cuatro famélicos pescadores, logran contacto mediante señales de comunicación kinésica con uno de los más conspicuos seguidores del capitán “Maravilla”.

 Este segundón, conocido como JJ, entiende que el pirata no habla español, pero logra transmitirle la desesperación que los abruma. El pirata gringo les propone asaltar la nave para capturar al capitán Macondo, al que llaman usurpador, de modo que Maravilla tome el control definitivo del Titanic y pueda con sus secretas habilidades y el nivel alcanzado en Open English, evitar el hundimiento. A cambio, el pirata gringo exige como paga todas las cajas de vino que quedasen en el barco. 
JJ en su desesperación convence aviesamente a Maravilla de que ese pirata con apariencia de sobreviviente de un combate de UFC, tiene destrezas con qué realizar tan temerario rescate. JJ está persuadido de su capacidad Ninja; le parece haberlo visto entrenando a Sylvester Stallone para la última película de Rambo. 

Como muestra de su disposición a cumplirle la paga, le lanza unas cuantas botellas de vino. Maravilla en medio del tumulto y la confusión, se sume en una depresión y se encierra en el baño de su camarote. Ante tal incertidumbre JJ se desespera, corre ensimismado a golpear la puerta del baño requiriendo a Maravilla una inmediata decisión. El silencio por respuesta abruma a JJ, quien no deja de llevarse las manos a la cabeza e implorar a los dioses. 

A todas estas el pirata gringo y sus enclenques corsarios se habían bajado varias botellas del rancio vino y parecían envalentonados, ya que se mostraban retadores blandiendo las botellas vacías a la vista de la tripulación del Titanic, que preparaba su artillería de fusiles AK-103 con balas de pólvora blanca y rezos a Macumba para repeler a los enemigos.  Ante el perturbador silencio de Maravilla y JJ, los descachalandrados corsarios, presa de los efectos del caldo y de los deseos febriles de continuar libando el avinagrado brebaje, resuelven lanzarse cual mamertos a tomar por asalto el Titanic, portando unos oxidados mosquetes. Cuando se acercan a la quilla del barco una inmensa ola rompe contra la popa y voltea el infame peñero que se hunde sin dejar rastro. Solo alcanza a flotar la pata de palo del pirata gringo y el pedazo de cartel o placa que identificaba la moribunda balsa, en letras muy borrosas se alcanza a leer: “Macuto”.

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