Volver al futuro en Yare





El zambo militar de origen llanero había fracasado en su propósito de tomar el poder por la fuerza de las armas, pero sabía que ese arrojo era bien visto por la mayoría de la población, privada de servicios públicos eficientes y beneficios sociales, así como buscadora de mesías y héroes redentores.  El teniente coronel,  todo un encantador de serpientes, con habilidades para la copla y el canto, poseía  una verborrea similar a la de un predicador brasileño y precedía cada argumento con una cháchara  bolivariana aprendida en lecturas rápidas de las conocidas obras “Venezuela Heroica” y “La libertadora del Libertador”.  Con un particular carisma para embaucar incautos, parecía poseído por el espíritu irredento de algún amotinado soldado  de la guerra de independencia. Un error comunicacional del presidente víctima del alzamiento militar al presentar por  televisión al insurrecto, en el momento de su rendición, la supo aprovechar el insolente soldado para proyectarse como líder político.

En un caluroso pueblo del centro de ese país suramericano, premiado por los dioses con unas riquezas naturales que lo distinguen del resto de la comunidad del hemisferio, el teniente coronel del ejército, que gustaba lo llamaran “comandante”, en compañía de sus cómplices más cercanos, cumplía una cómoda estancia en prisión, mientras se le seguía juicio por los delitos cometidos en su fracasada intentona golpista.

Su infame aventura fue, sin embargo, respaldada por una población mayoritariamente marginal e ignorante, quienes veían en ese militar una suerte de redentor de los pobres, cansados del incumplimiento de las promesas electorales de  los partidos del establishment.

 

Una lluviosa mañana de mayo,  el comandante descansaba de la intensa noche de lujuria que había tenido con una periodista resbalosa que le habían contactado para efectuarle una entrevista o reportaje para una revista internacional de corte burguesa, patrocinada por unos de sus financistas de la rancia oligarquía caraqueña. La dama no se anduvo con rodeos para obtener del comandante toda la información que necesitaba para hacer un reportaje digno de un premio Pulitzer.  Amaneció empiernada en el calabozo VIP que el gobierno del presidente constitucional Verdolaga,  le había acondicionado al héroe del museo militar, para mantenerlo en prisión mientras le seguían el juicio por la intentona golpista que había perpetrado contra el entonces presidente Zerpa, quien instrumentaba un paquete de medidas neoliberales para ordenar la economía del país, que su antecesor, un pediatra, había dejado sumamente endeudada.

Esa misma mañana, no recordaba el comandante que recibiría la visita de Nicol Pintón, un pasmarote que desde La Habana le habían enviado, para apoyarlo en sus megalómanos sueños de retomar el proyecto de La Gran Colombia, que Páez había desechado para desalojar a Bolívar de Venezuela y de sus sueños imperiales.

El personaje inmediatamente llamaría la atención del comandante por su descomunal altura y cara de tonto, características que no identificaban al venezolano.

-Mira negra –le dijo a la periodista- vente la otra semana que la cosa estuvo muy buena y quiero repetirla, pero me acaba de llegar un emisario de Fidel y debo atenderlo. El día que vengas te cuento. !Que te vaya bien!

A los minutos entró el gigantón, pero el comandante le habló desde el baño ordenándole esperar sentado, mientras se daba "una ducha de vaquero"- dijo en alta voz, con su estridente acento militar-.

-Yo te conozco a ti Pintón -fue el saludo del comandante al emisario de los cubanos- ¡Ah, ya recuerdo!, tú saliste en la prensa por un brollo de unas armas y el asalto a un banco, ¿no es así?

-Si mi comandante, cuando buscábamos recursos para la lucha armada! Vengo a ponérmele a la orden, de parte  de mi comandante Fidel. Le tengo gente valiosa para apoyarle en sus planes.

El comandante lo miro de arriba abajo como preguntándose, para qué le podía servir ese espanta pájaros, que no pasaría desapercibido en ninguna acción física, no solo por el tamaño sino por lo parsimonioso que lucia.

-No debe ser difícil para la policía dar contigo cuando te buscan- le dijo a modo de chanza.

-No crea mi comandante, yo tengo mis habilidades y virtudes, ya usted verá. No todo es velocidad!

No se imaginaba el comandante que, efectivamente, ese  camastrón tendría en el futuro las responsabilidades y cometidos que la mafia cubana de los Castro no veía en cabeza del presumido héroe militar.

Se sentaron a conversar. El emisario no necesitó más que inspirarle confianza al comandante, para que éste se explanara en sus planes fantasmagóricos bolivarianos.  El “héroe militar” tenía en la habitación diferentes iconografías y bustos en miniatura del libertador Simón Bolívar, lo que evidenciaba un fanatismo morboso por el Padre de la Patria.  Nicol Pintón tenía información de los desvaríos del militar por la Venezuela heroica, pero no suponía que esa pasión rosara los límites de la esquizofrenia.

Las instrucciones de la Habana eran aprovechar al máximo esa enfermiza personalidad,  para inocularle al militar la necesidad del respaldo de la inteligencia cubana, a los fines de alcanzar los supuestos objetivos geopolíticos bolivarianos, que desde Cuba habrían de subvertir hacia el marxismo-leninismo, ideologia aparentemente desechada en gran parte de suramérica. Ellos sospechaban que el comandante, en su fuero interno, coqueteaba con el marxismo leninismo. La tarea no sería nada fácil. Un militar con una natural tendencia al autoritarismo, no sería  presa de manipulaciones para desviarle de sus convicciones ancestrales bolivarianas, menos por interpuestas personas con un ostensible coeficiente intelectual inferior.

El comandante evidenciaba un curioso talento para ingeniar estrategias tenebrosas, y muy poco dejaba de iniciativa a Pintón, quizá por la escasa inteligencia que intuía en el bellaco platanote que tenia de antecedentes haber sido chófer de trenes y sindicalista. Éste, a todo lo planteado se limitaba a emitir los términos sumisos “excelente”, “claro”, “seguro”,  o al mejor estilo de Cantinflas: “ss ..órdenes jefe”

Reunidos otra mañana en el aludido calabozo, el militar mostraba al esmirriado grandulón el guión a seguir para coronar la fabulosa estrategia. Mira Pintón -le decía jubiloso- estos son los pasos a seguir que quiero le consultes a Fidel. Pintón le echo una ojeada a las páginas amarillentas que le entregó el comandante y que contenían una serie de acciones políticas dirigidas a liquidar la democracia.

-Dale una mirada en tu casa con calma y después me das tu opinión- fue la orden del comandante que transpiraba muchas dudas sobre la capacidad intelectual de Pintón.

Éste alcanzó a leer  a vuelo de pájaro la primera página del manuscrito que contenía el mantra para lograr los objetivos:

 “1) Obtener la victoria electoral en caso de fracasar la insurrección militar; 2) Control absoluto de las fuerzas armadas y de los poderes judicial y electoral y 3) Hegemonía comunicacional.”

Al despedirse Pintón, le anunció al comandante que en su próxima visita le traería a dos camaradas que podrían serle muy útiles en sus planes:

-Le voy a presentar a los hermanos Montiel, Jorge y Betty, hijos del camarada asesinado en la Disip, que le quieren conocer.

-Ah, el del secuestro del industrial gringo. ¿Y qué saben hacer esos carajos? -replicó-

-conspirar, mi comandante-.

A los días, el comandante recibe de nuevo la visita de la periodista.

-mi comandante, afuera está la jovencita de la semana pasada, la periodista- le anunció temeroso el jipato soldado que cuidaba la celda.

-Ah sí, cabo, pásala de una, que esa viene a que le dé lo suyo!

-Hola mi comandante en jefe, cómo le fue con el emisario Pintón?

-!Coño negra, ese pasmarote me produjo esa noche una pesadilla horrible!

-¿y esa vaina?

-Soñé que me había muerto después de ganar las elecciones y que ese majunche había quedado por mí como presidente. ¿No te parece una pesadilla insólita esa vaina?

-!No puede ser! ¿Y qué tal gobernaba el carajo?

-¡No joda, en el sueño, acabó con el país!

-¡Ja ja ja!

 

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