Un inversionista fallido/parte l





Oliver en sus horas de descanso ha estado repasando la suerte de sus inversiones financieras a lo largo de su vida,. Queda perplejo al ver que todas han tenido inexplicablemente un desenlace fallido. Por ello, piensa que la suerte que ha tenido en otros aspectos de su existencia, no lo ha acompañado a la hora de terciar por un destino productivo para sus haberes.



La primera vez que hizo una inversión fue por allá en el año 1985, cuando vino a Venezuela por primera vez el Papá Juan Pablo II. En esos tiempos vivía en la ciudad de Mérida. La ciudad estaba de fiesta por la llegada de ese invitado tan admirado y querido por todos. Siendo una población tan catolica, obviamente se había organizado por todo lo alto el recibimiento del sumo pontífice. El recorrido del Papamóvil por la avenida Las Américas sin duda implicaba una afluencia multitudinaria de peregrinos y católicos que demandaba alimentos y bebidas. El gobierno regional dispuso la colocación de kioscos a lo largo de esa avenida que fueron otorgados a quienes pudieran ofrecer servicios de hidratación y alimentos a precios controlados. Parecía una buena ocasión para invertir unos pesos con una ganancia segura. Oliver  se animó a financiar la elaboración de pastelitos andinos y jugos con la colaboración de sus tías en la preparación y sus primos y él en la venta y colocación en varios stand.


La emoción de ver tan de cerca al Papá había conmocionado a la población. El gran día todo era algarabía, había un cielo hermoso y un sol plácido que mantenía muy dispuestos a los kiosqueros a permanecer las horas que fueren necesarias hasta ver liquidada toda su mercadería. Pero la sorpresa no se hizo esperar. De los buses de traslados desplegados por el gobierno bajaba toda la gente mayormente humilde, con termos de café, viandas y bolsas que contenían arepas, empanadas y pasteles preparados en sus casas. A lo sumo los tarantines de agua mineral pudieron vender algo. Los gochitos, sin duda precavidos, hicieron un boicot a los vendedores que creyeron que del cielo les llovería platica.. Oliver se quedó con los crespos hechos en su primer intento por ganarse unos churupos.



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La compra de un local en un centro comercial era la nota por allá en la época del segundo gobierno de Pérez, eran rezagos de la Venezuela saudita. Oliver se entusiasmó junto a su esposa en comprar en plano un pequeño local con la idea de montar una tienda de ropa.  La situación económica del país pasaba por momentos de turbulencia debido a los trances políticos que rodearon ese segundo mandato de CAP.


Los dueños del proyecto Centro Comercial Líder en El Marqués, dónde habia invertido Oliver, decidieron de la noche a la mañana rediseñar el proyecto y el  sector de minilocales dónde había avanzado Oliver las primeras cuotas de pago, fue convertido en sector de locales regulares, por lo que los compradores mini fueron constreñidos a asociarse entre dos o más para mantener la inversión en un local mayor o desistir del negocio. Oliver optó por abandonar ese sueño y recibió de vuelta el dinero pagado, pero devaluado por la tormenta política que marcó el inicio de la decadencia de la democracia venezolana. Otro fiasco en su segundo intento por la independencia económica.



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El éxito profesional de Oliver como consultor jurídico bancario durante los gobiernos de Lusinchi y CAP II, le habían permitido ahorrar una pequeña suma en moneda extranjera. Pero ese dinero no ganaba intereses en los bancos norteamericanos. Entonces con su hijo se informó acerca del tipo de negocio más próspero en el mercado dónde poder invertir con éxito esos ahorros verdes.


Los salones de belleza eran por sobradas razones las franquicias más seguras para invertir y recuperar en corto tiempo la suma apostada. La mujer venezolana galardonada mundialmente por su belleza, se había hecho fama de  consumidora compulsiva de todo lo que implicara mantenerse guapa y atractiva. Las peluquerías la pasaban abarrotadas de féminas procurando lucir impecables. Con esa perspectiva, Oliver en sociedad con su hijo y un maracucho apostaron por una franquicia en Cabimas, en el mejor mall de la Costa Oriental del Lago. Un local nuevo, grande y bien decorado con equipos de peluquería importados tomará su tiempo en quedar listo para la inauguración. Eran los tiempos del primer periodo de Chávez. El sector privado de la economía ya resentía las medidas confiscatorias del proyecto comunista.


La franquicia de peluquería finalmente arrancó en medio de la turbulencia politica y social. La inflación y la escasez de productos se desataron hasta alcanzar niveles cósmicos. La hiperinflación, las acciones autoritarias del gobierno y otros dramas asfixiaban a la población. Muere Chávez y entra en escena Maduro. Las erradas medidas económicas de un modelo político fracasado encienden la confrontación política.  El caos se hizo expansivo. Este cuadro dantesco provocó  una diáspora inimaginable.El riesgo país y el desconcierto crecieron vertiginosamente. El ramo de peluquería cayó estrepitosamente y hasta la belleza femenina en Venezuela perdió su auge. "Adiós al miss Venezuela" escribiría en novela magistral Francisco Suniaga. También llegó la hambruna y se instaló en los botes de basura. 

La nave del emprendimiento de Oliver no pudo alzar vuelo. Entonces aparece el Covid como un epílogo. Un ambiente de abandono se respira en los centros comerciales. La franquicia encalló y hoy yace en respiración artificial. Apenas se produce para pagar dos o tres empleados y los gastos de condominio. Se puso en venta desde hace más de un año, pero nadie ofrece un mango por ese negocio.


Oliver volvió a morder el polvo del fracaso.


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