Una inversión pelotuda

       




Prólogo


Las promesas de prosperidad y estabilidad financiera muchas veces se presentan con una seducción casi irresistible, especialmente para aquellos que buscan un nuevo comienzo en tierras extranjeras. Oliver, como tantos otros, llegó a Buenos Aires con la esperanza de encontrar en su inversión un camino seguro hacia la estabilidad económica. Sin embargo, la realidad que encontró fue muy distinta a la que imaginaba. El mundo de los financiamientos, planes de ahorro y cuotas interminables terminó siendo una trampa disfrazada de oportunidad.


Este relato nos introduce en la angustiosa experiencia de Oliver, un extranjero que, al intentar adaptarse a las complejidades económicas argentinas, se topa con un sistema que parece diseñado para devorar las esperanzas de aquellos que no pertenecen a la clase privilegiada. Las cuotas que suben sin control, los costos ocultos y la sensación de estar atrapado en un ciclo interminable de deudas hacen que su experiencia no solo sea personal, sino también un reflejo de una realidad que afecta a muchos en situaciones similares.


Oliver, con su auto, no solo compró un vehículo, sino también un boleto de entrada a un laberinto de frustraciones financieras del que pocos logran escapar sin perder algo en el camino. Esta es una historia de advertencia sobre las decisiones que, desde lejos, parecen ser la mejor opción, pero que, bajo la luz cruda de la realidad, revelan un sistema impiadoso y voraz.



        Oliver no había superado el estupor que le producía recordar las cagadas que había hecho con sus dólares invertidos en malos negocios. Cuando llegó a Buenos Aires, animado por su ex, compró un auto nuevo, Toyota, para asegurarse un largo rendimiento. Ponerlo a trabajar de remis era una opción para obtener los pesos de la cuota mensual del financiamiento y algo más para completar sus gastos ordinarios.

     Una publicidad intensa en los medios anunciaba un sugestivo plan para financiar la adquisición de autos nuevos, denominado eufemísticamente "Plan de Ahorros". En verdad, no ahorras nada, ya que ni un mango de interés te abonan. Por el contrario, lo que abonas se diluye entre la cuota y un conjunto de conceptos administrativos que jamás entiendes.


       Oliver estaba en Venezuela cuando su ex le hizo llegar la "conveniente" fórmula para comprar el Yaris "de paquete". Una cuota mensual a su medida y en pocos meses licitaría ofreciendo el 50% del supuesto precio del auto. Lo que no sabía mí alter ego es que en Argentina los autos nuevos los compra la clase media alta, que puede holgadamente cubrir los  excesivos costos de su tenencia.

      Nunca supuso Oliver ni su ex, que el plan de financiación argentino era tan perverso que casi linda con la estafa. En efecto, el precio es en dólares pero la cuota se paga en pesos. El precio en pesos es ajustado mensualmente por efectos de la inflación y la devaluación (este ajuste no aparece expresado en el contrato, sino que se supone por ser una práctica mercantil). En fin, mensualmente el auto tiene un nuevo precio contable (No lo deprecian por el uso). El dólar con el ascenso al poder de Milei se mantuvo estable, pero la cuota del auto seguía subiendo como la espuma.

    Los agentes de los concesionarios (Toyota, Fiat, Nissan, etc) te inducen a creer que podrás pagar la cuota mensual, porque te ocultan otros gastos accesorios que con el tiempo se tornan más costosos que la propia cuota, tales como el seguro, la patente, los servicios y la cochera. Claro un comprador debe suponer estos gastos, no su costo,  porque en Buenos Aires varían al compás de la inflación y la especulación, pero los agentes evitan hablar de estos temas que  entorpecen la seducción.

   Al final  cuando te percatas que es imposible seguir pagando la movediza y aterradora cuota y te das cuenta del quilombo en que estás metido, has pagado más de diez mil dólares (el auto costaba 14 cuando firmó) y ahora debes más del 60% del último precio del auto, al que estás condenado a pagar en no menos de cinco años. 

     Oliver no pudo más con esta bufa financiación y tuvo que vender el auto a un revendedor de autos usados, que son los únicos que pueden pagar cash el precio de oferta al que puedes venderlo y cancelar la deuda con el concesionario, porque para más ensañamiento los concesionarios no admiten sustitución de prenda. Una sofisticada estafa que beneficia a los revendedores de vehículos.








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