¿Por qué María Corina no avanza?

 



Después de que Maduro se juramentó el 10 de enero en un acto fraudulento, echando por tierra la abrumadora victoria del candidato de unidad, Edmundo González, el entusiasmo que María Corina Machado despertó en las masas comenzó a desvanecerse. No es para menos: ya no quedan opciones republicanas a la vista.

La dictadura cubana, con más de 60 años de bloqueos y sanciones, sigue en pie, moribunda pero imperturbable. Sin los Castro, pero con el mismo aparato represivo. Venezuela parece seguir el mismo libreto.

Las sanciones han golpeado la economía venezolana, reduciendo los ingresos del régimen y aislándolo del sistema financiero internacional. Sin embargo, Maduro ha encontrado oxígeno en Rusia, China, Irán y Turquía, aliados que le ayudan a eludir las restricciones.

El control estatal sobre la distribución de alimentos, gasolina y dinero mantiene a la población sometida. El miedo es su mayor moneda de cambio.

En Cuba, las sanciones tampoco han derrocado a la dictadura. Sobrevivió primero con la Unión Soviética y luego con Venezuela, siempre respaldada por un aparato de represión implacable.

Estados Unidos ha apoyado a la oposición venezolana, pero esta sigue fragmentada y sin una estrategia concreta. Los militares, por corrupción y miedo a represalias, permanecen leales a Maduro.

En Cuba, la disidencia ha sido reprimida, infiltrada o forzada al exilio. En Venezuela, la inteligencia cubana juega un rol clave para sofocar cualquier intento de rebelión.

Una intervención militar estadounidense no tiene respaldo internacional. Rusia y China podrían reaccionar, y el escenario se convertiría en otro Irak o Afganistán. La historia ya dejó su lección en Bahía de Cochinos: un desastre que Washington nunca quiso repetir.

Estados Unidos podría fomentar deserciones, ciberataques o rebeliones internas, pero hasta ahora no ha logrado fracturar la estructura del chavismo. Mientras Maduro conserve apoyo militar y financiamiento externo, su caída por sanciones luce improbable.

Venezuela no es Cuba, pero el chavismo ha aprendido de su maestro. Y, por ahora, la historia sigue repitiéndose.


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