Venezuela moribunda




Oliver salió muy temprano de su casa en Sebucán para ir a Sabana Grande.
Camino a la estación Miranda de El Metro se consigue con una cola inmensa de personas de la tercera edad que esperan por ingresar al supermercado Gama Plus de Santa Eduvigis. Impactado, no alcanza a comprender la razón de tal multitud. Un episodio dantesco. Varias cuadras de hombres y mujeres ancianos y famélicos aguardan por un funcionario que marcador en mano se muestra dispuesto a estamparles un número de turno en sus brazos. Otras mujeres jóvenes con bebes en los brazos no ocultan su angustia por la lentitud del escarnio. Todos -eso sí- parecen resignados prisioneros de un campo de concentración  a la espera de que les toque la oportunidad de entrar a ese teatro de la ignominia en que se han convertido los supermercados en Venezuela. En el curso del recorrido otro transeúnte que camina al paso de Oliver le comenta:

-¡Caramba esta cola debe ser record Guinness, ya va a llegar a la Iglesia!-

-Sí, el tamaño de la humillación crece cada día. Ahora parece que esta gente no consigue comida por sus barrios y vienen a buscarla por acá.

-Bueno esos tales CLAP, como que no han servido para nada.

-Como todas las ideas y ocurrencias de este gobierno de ineptos, pura bulla mediática y todo termina en una decepción mas.

-Pero es que de verdad, cómo pueden pensar estos imbéciles que llevándoles una bolsa de comida a la gente a sus ranchos con un paquete de harina, otro de arroz y un litro de aceite para no sé cuantos días, esa gente va a dejar de salir a la calle a buscar más alimentos y productos de primera necesidad.

-Esos sistema seguramente que funcionaron en Cuba y en otros laboratorios del comunismo. En esos países socialistas donde la gente a lo mejor no estaba acostumbrada a consumir y a tener de todo en sus casas. Pero el venezolano, al menos durante la democracia que tanto satanizaron, siempre tuvo acceso a una variedad de productos y alimentos.

-Y lo peor de todo es que estos ministros y militares chavistas juran que esos CLAP son una maravilla y se aferran en mantener ese sistema. La publicidad que vienen haciendo de esas bolsas de comida es como si hubieran descubierto algo ingenioso.

-De verdad que estos chavistas además de ignorantes son ingenuos o creen que todos los venezolanos son bolsas. Por esos nos quieren arreglar con bolsas.

-Claro, eso durará mientras ellos puedan sacarle algún provecho económico. En cuanto se denuncie el primer escándalo de corrupción de ese sistema de distribución ya verás que eso desaparece como todo lo de ellos.

Oliver siguió su camino a la estación de El Metro perturbado por lo que acababa de presenciar. A la entrada de la estación un olor nauseabundo lo sobresalta.

-Coño este Metro lo están acabando, puros orines por todos lados y estos buhoneros parecen acostumbrados a esta inmundicia – se dice-. Recibe en ese momento una llamada a su celular de su amigo Josete y aprovecha para comentarle sobre el tema:

-Coño Josete ¿qué carajo es lo que hace ese Alcalde amigo tuyo? porque parece que solo atiende a Petare, nuestra urbanización la tiene abandonada, sin policías, ni fiscales y basura por todos lados, las vías puros huecos. Además estos bachaqueros tienen invadida y encochinada la zona.

-No pana, hay que entenderlo, Petare le quita el sueño a cualquier alcalde. Es el barrio más grande del mundo como dices tú en una de las crónicas y con los bachaqueros se han acentuado todos los problemas preexistentes.

-Bueno Josete, entonces que delegue en alguien esta parroquia. Lo que soy yo no vuelvo a votar por ese güevon. Voy a proponerle a la MUD que ese Municipio lo dividan para que nuestra parroquia Leoncio Martínez tenga su propio alcalde, uno que le duela de verdad el sector.

-Eso sería en el supuesto lejano de que te paren bolas y que sea de interés para la oposición y de que regrese la institucionalidad a este país, lo cual luce bien remoto.

Al medio día Oliver regresa a su casa y se detiene en Chacaito a buscar en las oficinas del banco donde trabaja su comadre unos panes que ella misma prepara y que le había ofrecido. Cuando llega a las puertas del banco es abordado por uno de los vigilantes del edificio, un joven quien con aires de desvalido le suplica una colaboración para comprarse un pan, "no tengo con qué comer” –le dice-.

Oliver percibe el real apremio del joven vigilante y alcanza a entregarle algunos billetes que saca de la cartera.

-Chamo, créeme que es todo lo que puedo darte – pronuncia Oliver visiblemente afectado-.

Al retirarse el joven, aparece su comadre con los panes y consigue a Oliver como estupefacto, a punto de derramar unas lágrimas.

-¿Compadre qué le pasa?

¡Que perdimos el país, comadre. Los venezolanos se están muriendo de hambre!




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