"La incondicional"


Tú, mi eternamente tú

Un hotel, tu cuerpo y un adiós
Tú, mi oculta amiga tú
Un golpe de pasión
Amor de madrugada"

Luis Miguel

“No desearás la mujer de tu prójimo” es el mandamiento más ultrajado por Ignacio en su edad de oro. Al parecer, se le daban bien los romances al borde del abismo.

Recuerda en especial a su vecina y compañera Martha. Ambos trabajaban en la firma internacional de recursos humanos The Adecco Group.

Él en un cargo gerencial y ella despuntaba para ocupar en poco tiempo un cargo similar en otra unidad. Las oficinas, muy vinculadas por las tareas, les hacían coincidir con frecuencia en reuniones de trabajo. A él le atraían sus piernas y sus destrezas. Seguramente también su trasero.

Antes de trabajar juntos no se conocían a pesar de vivir separados solo por un edificio en Los Palos Grandes. Al parecer, esas reuniones de trabajo pusieron al descubierto no solo el talento de ambos para el análisis de perfiles profesionales, sino una reciproca atracción física. Ella admiraba su inteligencia, se lo confesaba.

Se trataban con cierta distancia por la condición de ambos casados o en pareja. Pero esos vínculos hacían aguas. Al poco tiempo Ignacio escaló una posición directiva en la firma y su mundo cambió.

Era ahora un ejecutivo que tenía una intensa vida social. No tardó entonces en despertar en Iñaki el deseo de hablarle sobre su gusto por ella. La quería ver y tener cerca. Ya Martha lo había percibido en una ocasión que él la tomó del brazo al saludarla. Así se lo hizo saber Martha cuando hablaron:

–Me transmites una sensación cuando me tomas del brazo, que no puedo pasar inadvertida.

Así comienza esta historia de amor furtivo, lleno de muchas expectativas y no menos episodios cargados de adrenalina.

Perucho, pareja de Martha, un buen proveedor, ya no producía en ella la pasión de los noviazgos o los amantes. Su presencia parecía inevitable. Ella lo pintaba como una relación irremediable. Parecía muy difícil para ella plantear una separación que fuese entendida por éste como algo natural o negociable.

Constituía un serio escollo apartar de buena nota a Perucho. Sus celos eran fundados pero obsesivos y sus complejos presagiaban un desenlace impredecible. Mostraba con desenfado su Beretha 9 mm.

Desde el balcón del apartamento de Ignacio podía verse a distancia la ventana de la sala de Martha. Esa circunstancia constituyó para él un desafío, una barrera que necesitaba romper pronto. Cuando no podía salir con ella porque esta debía hacerlo con su pareja, pues no cohabitaban juntos, los celos y la impotencia hacían combustión y le desvelaban. A ratos salía a hurtadillas al balcón a mirar a lo lejos las luces de la sala de Martha, quizá esperando alguna señal o código que le indicara que ella ya estaba en casa. En esos tiempos la telefonía celular era incipiente.

Ignacio por su parte ya había anunciado a su pareja el final de ese matrimonio adolescente. Un día, cansado del estrés que le producían las situaciones narradas, se largó a un hotel, podía pagarlo.

Entonces comenzaría una película de suspenso. Ella quería esa aventura suicida con Ignacio. El poder seduce, barruntaba él en la soledad de su suite. Pero ella actuaba en esos capítulos de suspenso con la destreza de Janet Leigh. No se decidía a provocar la ira de Perucho. Ser buen proveedor como que también seduce, admitía atormentado Iñaki en su laberinto. “Qué vale más”, bonita canción de Simón Díaz, tarareaba melancólico.

En una ocasión Ignacio y Martha coincidieron fuera del país en un congreso de talento humano......



(Del libro "Colección de navajas" de Olinto Méndez Cuevas, a la venta en Amazon)



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