Novela policial


 



Este es el primer capítulo de la novela policial que està por publicarse


El Síndrome de Romeo



Uno



  –--!No voltees, ni grites porque te quiebro!    –-fue la orden terminante que escuchó al oído Romeo, al  tiempo que sintió el frio cañón de una pistola 9 milímetros en su cuello y una mano que le apretaba el hombro.


      Un joven, alto y delgado, vestido con chaqueta de piel color tabaco sobre un suéter marrón de cuello cisne y jean azul desteñido, le había esperado oculto tras la primera columna del sótano uno que sirve de estacionamiento vip a la torre Picasso del Centro Financiero de Madrid. Casi simultáneamente, una chica peliteñida en mono deportivo gris claro con ribetes blancos, que caminaba en sentido contrario a Romeo, se acercó y sujetó  su brazo izquierdo  con fuerza y resolución, ordenándole subir al asiento trasero de la camioneta negra Explorer 4x4 que se detuvo a un metro de la escena. Inmediatamente le cubrieron  el rostro con una toalla azul índigo  y lo obligaron a permanecer con el pecho sobre las piernas.



      Él acababa de salir de las oficinas del Banco Santander, donde procuraba un crédito para capitalizar su pequeño astillero en Argentina con el aval de Rocío Cervantes.



      Romeo, un apuesto caballero nacido en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, conoció en unas vacaciones en la isla Mauricio (África Oriental) a Rocío, la heredera única de la familia Cervantes, dueños mayoritarios del Corte Inglés de Madrid. Ella se enamoró a primera vista del galán porteño de 1,85 m. de altura. Para Romeo fue la oportunidad que buscaba de inyectar recursos a su empresa ensambladora en Mar del Plata.



    La chica se enamoró tan intensamente, que fue quien le propuso matrimonio al capullo argentino cazador de fortunas. Por supuesto, él no dudó ni un instante, era el mar de plata que necesitaba.

    Contrajeron nupcias a los seis meses de haberse conocido. Marbella fue el lugar escogido por Rocío para su Luna de Miel.

      La madre de Rocío, Rosa, sería el primer escollo en los planes del argentino, no ocultaba sus reservas sobre la conveniencia del chico para el futuro de su hija. No perdía ocasión para reiterarle sus dudas.


      Desde el inicio de la relación Romeo percibió el talante pedante de su chica, pero consciente estaba que debía soportarla si quería disfrutar de la riqueza de la heredera universal de los Cervantes. Él, un pibe discolo, pero determinado a cumplir sus metas, obedecía imperturbable cualquier capricho del caramelito de cianuro que tenía por esposa y que se antojaba de sexo cada vez que Romeo regresaba exhausto de sus partidas de pádel.



      Un inesperado episodio en la vida de Romeo cambiaría para siempre el papel de marido obsecuente que parecía asignarle el destino. El Síndrome de Estocolmo se opondría a la felicidad de Romeo y Rocío, cuyos episodios seguían con embeleso la casta de amigas y amigos de los Cervantes.




(Esta novela està en edición)





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