Sos un hdep

 



“Sos un hdep"


     Está suele ser la afirmación o expresión  más recurrente de los argentinos para insultar -putear, en la jerga de ellos- a sus semejantes  cuando les hacen disgustar -hinchar las pelotas, en esa misma jerga-.

     Oliver tiene ya tres años en Buenos Aires y durante ese tiempo se ha topado con varios hdep, sobre todo en el tránsito, los colectiveros (autobuseros) y los turpiales (taxistas de la ciudad) conducen como bestias, pero el mayor hdep que lo ha atormentado en este último año ha sido a distancia un venezolano en Venezuela: su inquilino. El sujeto dejó de pagarle hace 10 meses, cuando se le venció el contrato y desde entonces hasta la fecha todo ha sido un guabineo para desocupar y pagar lo que debe; en fin, cuento y cuento hasta desconcertar a Oliver y luego desconectarse, no hay forma de comunicarse con el sujeto quien al parecer se hace el pelotudo.


      Oliver considera que en Venezuela alquilarle a un maula se puede tornar en una situación diabólica, considerando la imposibilidad de obtener la devolución del inmueble en corto o mediano plazo por la vía judicial, gracias al proteccionismo de los inquilinos que instituyó el chavismo . Es una suerte de síndrome del secuestro, como el que padecen -guardando las distancias- los familiares de un secuestrado. La incertidumbre de no saber cuál será la suerte del plagiado, que  lleva a preguntarse ¿lo volveremos a ver?, ¿lo liberarán?, ¿estará vivo?. En el caso de un inmueble la última pregunta sería: ¿Alguna vez lo recuperaré, y   estaré vivo o en condiciones de disfrutarlo nuevamente?


      Ese es su mayor temor. En las noches, su descanso se sume en una trama diabólica que le acosa psicológicamente. ¿Qué se traerá entre manos este hdep inquilino?, se pregunta a diario Oliver desde que el tipo dejó de atender sus llamadas telefónicas y sus mensajes de WhatsApp. Claro, ese bandido se aprovecha de que Oliver vive en el exterior, al extremo del continente; no lo inhibe siquiera la edad de Oliver, ni las dificultades que puede  estar atravesando en un país en pleno desmadre como Argentina.


      Será que este hdep apuesta a que pasen los años y yo ya no exista, -atina a imaginar la afiebrada cabeza de Oliver- o que mis hijos, todos en el exterior, abandonen cualquier intento de reclamo o reivindicación del inmueble ante las dificultades y costos que implica un rescate a esa distancia. La mente perversa de un hdep no tiene límites ante la posibilidad de quedarse con lo ajeno, y la mente perturbada de su víctima tampoco se sustrae a lo descabellado.


     Desde entonces, todos sus días están rodeados de incertidumbre. quizá por ello no logra concentrarse para armar un relato que le vuelva a sus días de afán de escritor. No obstante, hoy optó por drenar su ansiedad relatando ese episodio de su novelada existencia.


    No en vano   Gay Talese dijo alguna vez “El ser humano es miserable por naturaleza”.


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