"Amores Perros"
Este
es el nombre de una excelente película mexicana de la década pasada que aborda
las relaciones de pareja en su fase terminal; también incluye en la trama el
amor de un viejo mendigo por los perros, tema al que me quería referir o mas bien al
amor de los perros hacia los humanos. En casa tenemos un perrito raza Yorkshire terrier, que le compré a mi hija Ivanna cuando era niña, ya que
manifestaba un deseo inmenso por estas mascotas y se mostró afanada por el cachorrito
cuando fuimos a escogerlo en la tienda del C.C.C.T. Esas muestras de fervor por
el animalito le duraron muy poco, pareció darle prioridad a otros temas propios
de su edad, al punto que notamos cierta indiferencia por la suerte de Terry -así
lo llamamos- y ante el virtual desamparo lo asumí como mío. De modo que
implícitamente la niña me echo esa vaina -lavativa dice mi suegra en su jerga
particular- que me ha significado una cantidad de actividades extras que hace
muchos años -desde cuando era adolecente- no realizaba; estas tareas las
comparto con mi esposa que también adora a Terry. El tiene su pedigrí: hijo de “Coquito”
en “Shela” según el certificado de la Federación Canina de Venezuela. Es muy cariñoso
con nosotros, mi hija dice que es un “chupamedias” quizá pretendiendo
justificar su súbita deserción. Las atenciones a Terry modificaron nuestra
rutina diaria, pues debemos dedicarle tiempo a comprarle o mas bien conseguirle los muslos de pollo que escasean con el desabastecimiento
revolucionario; hace tiempo se negó a comer alimento para perros, suponemos que
por su textura y poco sabor; sólo acepta el pollo en muslo, la pechuga debe
parecerle insípida. Con sus necesidades es acucioso respecto del sólido ya que hace
sólo sobre periódicos colocados en un punto de la casa, pero con el líquido es
un desastre, marca territorio anárquicamente y nos mantiene parte del día en la
pesquisa y limpieza de los sitios escogidos. Creemos que ya es tarea para “ El Encantador
de Perros". Debemos pasearlo por la manzana varios días de la semana y
llevarlo a la peluquería quincenalmente para su acicalamiento. A mí en lo
particular me acosa varias veces al día para que juegue lanzándole una pelota de tenis, lo que hago a
veces al borde de la desesperación. En ocasiones pienso en la pena que nos producirá
la ausencia de este animalito cuando cumpla su ciclo de vida, que es
generalmente corto, aunque al ritmo de la revolución chavista la expectativa de
vida de los venezolanos ha disminuido en forma alarmante, como consecuencia del
retroceso que en estos 15 años de
“proceso revolucionario” ha tenido la salud, la seguridad y la justicia, sobre
todo por la violencia criminal estimulada por el discurso chavista, amparada en
la impunidad que impera en la actual administración de justicia, mas dedicada a perseguir opositores
que delincuentes. La vida en nuestro país hoy día “no vale nada” como dice la
canción y la “ruleta rusa” en que se ha convertido nuestra exposición en la
calle, nos hace pensar que ahora ni los perros nos envidian; claro, eso no sería
verdad, estos hermosos animales no tienen sentimientos miserables.
Recuerdo
de mí pasado en orden cronológico a “Doncella”, una hermosa pastor alemán que
nos compró papá y nos acompañó durante buena parte de la infancia; vivíamos en
una vieja casona por los predios de El Silencio, que ella resguardaba con gran
celo. Con mucho pesar la debimos dar a un amigo para irnos a vivir a un
edificio donde no admitían perros. Después tuvimos a “Mickey” en ese mismo
edificio, cuando la norma se había relajado, era pekinés con chiguagua, de un
carácter endemoniado, que le arruinó varias alfombras a mi madre y no le paraba a sus regaños, por lo que optó
por regalarlo a una vecina. Durante mi primer matrimonio le compré a mis chamos
un puddle de un color precioso, le
llamábamos “Humo”, precisamente por su
extraño color. Un día haciendo honor a su nombre desapareció por las escaleras
internas del edificio, probablemente algún perverso vecino lo ingresó a su
apartamento y los niños culpándose mutuamente del descuido, a mi regreso del
trabajo no supieron darme detalles; nunca supimos mas de él. Luego les compré
otro puddle que quisieron llamar también “Humo” en honor al desaparecido y nos
lo llevamos a mi
“exilio” en Mérida, pero no regresamos a Caracas con él; los chamos
crecieron.
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