"La fiesta inolvidable"





FELIZ  AÑO 2016!!


A esa fiesta inolvidable nos invita el dueño del banco zuliano donde yo era entonces directivo y consultor jurídico. Su hija menor contrae nupcias con un príncipe Borbón -de verdad- heredero de la extinta Corona de Francia. Un evento de esta naturaleza no podía quedar excluido de unas memorias personales.
El lugar de la boda: un sitio paradisíaco, Los Altos de Chavón en La Romana, República Dominicana. Ya le conocía, pues en la época de bonanza de la economía venezolana (CAP I), tuve la suerte de asistir al congreso anual de abogados de Felaban (Federación Latinoamericana de Bancos), que se celebró ese año en dicho país y por ese tiempo era el consultor jurídico de Sudeban. Estos congresos acostumbran una gran fiesta de despedida y esa fue otra memorable en el mismo escenario, con “Las Chicas del Can” en su apogeo. Pero me referiré a la de la “realeza” por razones obvias.

El príncipe y su madre

Todos los directores y algunos empleados de alto nivel de  las empresas del grupo financiero fuimos invitados con nuestras esposas a presenciar la ceremonia y disfrutar por supuesto el banquete. El número de invitados según las reseñas de prensa posteriores fue de aproximadamente mil seiscientas (1.600) personas. La logística para la asistencia comprendía el traslado y alojamiento; una gentileza absoluta del banquero.  La organización del evento había previsto el más mínimo detalle de atenciones. 



Salimos de Maiquetía en vuelo chárter que nos llevó directamente al aeropuerto de La Romana. Al llegar allí nos esperaba la organización anfitriona con recibimiento al mejor estilo de “La Isla de la Fantasía”. Luego del recibimiento fuimos trasladados a las hermosas casas (cabañas) donde nos alojaríamos en grupos de dos o tres parejas. A mi esposa y a mí nos tocó en suerte la compañía de una estupenda mujer, ex magistrada del Consejo de la Judicatura, mártir de la dictadura de Pérez Jiménez, que hiciera celebre la dramaturgia venezolana de RCTV en la recordada novela de televisión “Estefanía”, quien viajaba acompañada de una de sus hijas contemporánea de mi esposa, con quien hizo buenas migas.

 
Ese primer día libre nos permitió recorrer las instalaciones de la Romana, sus campos de golf, sus resorts, playas; algunos aprovecharon para ir a Santo Domingo. Las damas por supuesto eran las más apremiadas con el tema de la disponibilidad de peluquerías y maquilladores y a eso dedicaron sus afanes.
Al día siguiente se celebró la Boda, con una hermosa ceremonia en la Iglesia San Estanislao de Cracovia en los Altos de Chavón, con el protocolo, la liturgia y solemnidades que se estilan en estas bodas reales. La Misa de Haydn interpretada por la coral Schola Cantorum de Venezuela, así como otros temas de Haendel, Bach y Mozart y concluyó con unos cánticos interpretados por el dueto español “Los del Rey”, entonces famosos por la conocida pieza “La Macarena”.

Desde la capilla fuimos trasladados hasta el lugar de la fiesta, la casa del padre de la novia en una exclusiva urbanización de La Romana.
El acceso a la fiesta desde luego implicó una logística de seguridad que por la cantidad de invitados se tradujo en una larga cola, con los momentos de cansancio acentuados por el rigor de la vestimenta de etiqueta. Pero los venezolanos hacemos chistes de cualquier percance, parecíamos disfrutar hasta de los pisotones, inevitables en estas aglomeraciones; aducían algunos jodedores que se trataba de “pisadas reales”.
Al ingresar a la estancia de la celebración te impactaba el buen gusto de la decoración y la iluminación en todas las áreas, pero más aun, que en las primeras mesas se podía observar sentado disfrutando un trago al presidente de República Dominicana para la época, Leonel Fernández, sin escoltas, ni parafernalia alguna. Ya eso te indicaba la relevancia de los invitados y el festín que te esperaba.

Ya sabíamos por los rumores previos a la boda que la fiesta sería amenizada por el cantante dominicano Juan Luis Guerra y su grupo 440, quien había cantado en la boda de la otra hija del banquero celebrada en Caracas un año antes, a la cual también el Jefe tuvo la gentileza de invitarme. Este cantante de merengues y bachatas tiene un repertorio de música bailable tan contagioso que resulta una temeridad para los bailadores sin condición aeróbica. Pero la fiesta se inicio con una sorpresa, los novios salieron a bailar con la música de otro artista internacional contratado, que por esos días causaba furor en el mundo artístico: el español David Bisbal.

Cuando se anunció su actuación en compañía del conjunto de bailarines, estalló la euforia femenina en la fiesta atizada por los efectos de las copas de champán que se habían tomado. El piso de madera construido especialmente para la fiesta sobre un área de los jardines y que servía de pista de baile crujió ante el tumulto de bailadores que pegaban saltos al ritmo de los cantos de Bisbal. Por momentos hubo cierta tensión alrededor de la pista ante la eventualidad de que el piso cediera, lo que obligó a condenar un espacio de la pista para continuar  el jolgorio.
Yvonne Martínez y Olinto Méndez en la cabaña de La Romana listos para salir a la boda

La fiesta continuó entre presentaciones de Juan Luis Guerra y David Bisbal, así como algunas interpretaciones de Los del Río, entre ellas “La Macarena”, que también estaban anunciados en el programa de la noche.



Los organizadores de la fiesta tuvieron la ocurrencia de colocar un faro de colores para iluminar el mar que da a la ribera de la casa y un velero a la vista, lo cual le dio un aura muy romántica a la escenografía. Fue una fiesta verdaderamente majestuosa. Nosotros  acusamos el cansancio del trajín y nos retiramos como a las tres de la madrugada, a sabiendas que era un evento para amanecer y que dejábamos mucho por ver y disfrutar. Después supimos que la fiesta terminó a las 7,30 de la mañana y que hubo otros grupos musicales en el cierre de la faena.









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