El Crédito
El Crédito
Bajo este título, el Centro Cultural BOD de Caracas presenta una comedia excepcional del dramaturgo español Jordi Galceran, protagonizada magistralmente por Antonio Deli y Basilio Álvarez. La obra recrea con gran acierto los comportamientos, a menudo patéticos, de aquellos solicitantes de crédito desesperados y de algunos ejecutivos que, insensibles a las necesidades ajenas, se mantienen firmes en sus protocolos. Sin embargo, la trama plantea un supuesto tan absurdo e insólito que provoca carcajadas inevitables: el cliente, ante la negativa del gerente a aprobarle el crédito, amenaza con seducir a su esposa si no le conceden el préstamo.
Mientras disfrutaba de la obra junto a mi esposa, recordé una conversación que tuve recientemente con un ejecutivo de cuentas de mi banco, la cual transcurrió de la siguiente manera:
—Señor Méndez, le informamos que ha sido seleccionado entre nuestra cartera de clientes VIP para recibir un crédito preaprobado por la cantidad de dos millones de bolívares, gracias al excelente manejo de su portafolio.
—Disculpe, señorita, pero yo no he solicitado ningún crédito.
—Lo sabemos, señor Méndez, pero es un trato preferencial que ofrecemos como reconocimiento a nuestros mejores clientes.
—De verdad, no necesito dinero prestado. Pedir crédito me genera estrés. Si revisa mis estados de cuenta, verá que casi no utilizo mi tarjeta de crédito.
—Justamente por eso queremos motivarlo a activar su flujo de caja. Así, cuando necesite un préstamo en el futuro, la aprobación de su línea de crédito será más sencilla.
—Creo que no me ha entendido. No quiero crédito. No tengo compromisos que me obliguen a pedir un préstamo.
—Señor Méndez, en una economía inflacionaria como la nuestra, el dinero pierde valor cada día y necesitamos más bolívares para adquirir bienes, ya sea en moneda local o extranjera.
—Pero es que no quiero comprar nada. Llevo una vida modesta, sin grandes pretensiones. Juego tenis, y los viajes han perdido encanto con los pasajes tan caros y el dólar por las nubes. Además, el Gobierno apenas asigna divisas.
—Precisamente por eso, debería planificar un viaje y disfrutar con su familia. Esta es una oportunidad que le ofrece el banco. Incluso podría cambiar su carro, ya que esos activos se deprecian rápidamente.
—Señorita, usted es realmente insistente.
—Es nuestro trabajo, señor Méndez. Queremos brindarle el mejor servicio.
—Dígame, ¿qué necesito para recibir ese crédito? ¿Cuánto tendría que pagar al mes?
—Solo necesitamos una copia de su cédula, su declaración del impuesto sobre la renta y una constancia de ingresos.
—No presenté la declaración, ya que mis ingresos anuales no superan el monto requerido.
—Pero su flujo de caja dice lo contrario. Moviliza fondos mensuales que suman un monto superior al exigido.
—Esos fondos no provienen de un sueldo o servicios profesionales, sino de rendimientos de un fideicomiso. Además, no me siento cómodo dando tanta información por teléfono.
—Tiene razón, señor Méndez. Pero no deje pasar esta oportunidad.
—No entiendo cómo el banco aprueba un crédito sin saber si el cliente tiene un historial financiero más complicado de lo que parece.
La insistencia de los bancos en otorgar créditos, aun cuando no se solicitan, resulta a veces tan absurda como la propuesta del protagonista de “El Crédito”. Como espectador, no pude evitar reír con complicidad ante la ironía de mi propia experiencia en contraste con el teatro. Al fin y al cabo, la realidad y la ficción no están tan lejos una de la otra.
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