¿Quién ha sido el mejor presidente de Venezuela?
A lo largo de la historia de Venezuela, el debate sobre quién ha sido su mejor presidente ha dividido generaciones, opiniones y emociones. Es una pregunta que no tiene respuesta definitiva, pues está cargada de la subjetividad que acompaña a quienes vivieron los diferentes gobiernos, cada uno con sus desafíos y logros. En este relato, en lugar de mirar con nostalgia a los líderes del pasado remoto, nos sumergimos en el análisis de los presidentes de la etapa democrática, cuyas decisiones definieron, para bien o para mal, el rumbo de una nación.
Aquí no buscamos ofrecer una lección de historia, ni establecer quién fue el verdadero artífice del progreso o la decadencia del país. Tampoco es nuestro objetivo glorificar o denigrar a aquellos que, con mayor o menor éxito, ocuparon la silla presidencial. Más bien, esta es una crónica surgida de una conversación entre amigos, cada uno con sus recuerdos, vivencias y opiniones sobre aquellos años que marcaron a Venezuela.
Como lectores, se nos invita a un café entre viejos conocidos, donde la política se entrelaza con la memoria, la nostalgia y el desencanto. La idea no es encontrar la verdad absoluta, sino reflexionar, entre anécdotas y risas, sobre cómo cada presidente ha sido juzgado por el filtro de la experiencia personal y el contexto histórico.
Acompañen a estos personajes en su discusión sincera y sin reservas, donde las palabras fluyen con la familiaridad de quienes han vivido lo suficiente para entender que la política es tan imperfecta como quienes la practican, y que la historia, más que un veredicto final, es un interminable campo de batalla para la interpretación.
Cada vez que surge la pregunta de quién fue el mejor presidente de Venezuela en un foro medianamente popular, siempre aparece algún abuelo con una convicción casi religiosa que no admite contradicción, proclamando que fue "mi general Marcos Pérez Jiménez" y bla bla bla. Otro, más anciano aún, pontifica con autoridad histórica que fue "mi general Medina Angarita, por estas y otras razones". Pero en esta ficción, nos limitamos a la etapa de la democracia para comparar el desempeño de gobernantes que tuvieron condiciones similares de realización.
Es innegable que ningún presidente ha sido tan progresista y visionario en términos de obras materiales como Pérez Jiménez. Aunque fue una dictadura, su legado en infraestructura empequeñece los logros de cualquier presidente democrático, pese a que estos últimos contaron con mayores ingresos gracias al boom petrolero y gobernaron durante cuarenta años. Sobre Medina Angarita, salvo por la paz que, según nos cuentan los abuelos, reinaba durante su mandato y las reformas que introdujeron al país en el siglo XX, sus logros no parecen tan notables. Claro, fue un periodo de transición tras la larga dictadura de Juan Vicente Gómez.
Pero volvamos a la democracia. La razón por la que evitamos responder con seguridad quién fue el mejor presidente es porque muchas veces la subjetividad y la desinformación empañan los juicios sensatos. Sin embargo, decidí plantear la cuestión en una conversación casual entre amigos tras una larga caminata en el Parque del Este.
Estaban presentes un viejo político retirado de Acción Democrática, un militante de Primero Justicia, un simpatizante de Voluntad Popular, un ex chavista, y yo. Les propuse escribir una crónica sobre el tema, y aceptaron con la condición de mantener sus nombres en reserva. Así que aquí relato lo que discutimos, sin identificar quién dijo qué.
Este es un diagnóstico perceptivo, alejado de estadísticas, resultados macroeconómicos o indicadores técnicos. Hablamos desde nuestras vivencias, lecturas y recuerdos, además de lo que hemos visto en los medios. Oliver fue el primero en abrir la discusión:
—Yo creo —dijo Oliver— que no existe un baremo único para determinar quién ha sido el mejor presidente de un país. Hay demasiados aspectos a considerar, desde las condiciones en que se recibe el país hasta las facultades que un presidente tiene para mejorarlo.
—Estoy de acuerdo —respondió el justiciero—, pero hay dos factores fundamentales que siempre debemos tener en cuenta: el contexto político y social en el que cada presidente asume el poder, y la situación financiera que hereda de su antecesor.
—Supongo que te refieres al estado de gobernabilidad y la "caja chica", ¿no? —preguntó otro.
—Exactamente. No puedes comparar un gobierno como el de Chávez, que heredó un poder casi absoluto, control sobre todas las instituciones y el respaldo popular más fuerte de nuestra historia, con el segundo gobierno de Caldera, que recibió un país en crisis económica y con el sistema financiero en ruinas.
—Claro, Caldera en sus dos gobiernos la tuvo difícil —añadió otro—. En su primer mandato, el precio del petróleo estaba por el suelo y las guerrillas seguían fastidiando. En el segundo, la crisis financiera fue devastadora: la caída del Banco Latino y el colapso de otros bancos, en medio de una crisis económica mundial.
—Y lo peor es que manejó mal la situación —intervino el siguiente—. Les dio auxilio financiero a los mismos que arruinaron los bancos, y ellos se fugaron con el dinero.
—A mí me parece —dijo el último del grupo— que en vez de hablar del mejor presidente, deberíamos hablar del menos malo. Porque, seamos honestos, nos hemos quejado de todos. Recuerdo cuando en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez muchos decían que no podía haber algo peor... y luego vino Chávez.
La discusión se intensificó, repasando presidentes como Luis Herrera Campins, quien a pesar de su carisma tuvo que enfrentar "el viernes negro", y Jaime Lusinchi, cuyo gobierno fue más recordado por los escándalos que por las obras, aunque logró mantener un ambiente de paz y crecimiento económico a pesar de la caída del precio del petróleo. Los gobiernos adecos, coincidimos, tuvieron sus luces y sombras, pero no eran comparables a la devastación que dejó el chavismo.
—Si hablamos de obras significativas —añadió uno—, Pérez Jiménez hizo tantas que casi no dejó nada por hacer a los presidentes democráticos. Después de él, lo más destacable ha sido El Guri, el Puente sobre el Lago y el Metro de Caracas.
La conversación derivó hacia las consecuencias del chavismo: la destrucción del aparato productivo, el empobrecimiento de la clase media, y el profundo resentimiento social que sembró en el país.
—Chávez tuvo la mayor bonanza económica de la historia, pero su legado es la ruina del país. Sí, les dio protagonismo a los pobres, pero a qué costo. Las políticas de inclusión no hicieron más que marginalizar a los barrios, invadiendo zonas residenciales con damnificados y malandros, y destruyendo la industria privada de la construcción.
Finalmente, concluimos que, si bien todos los presidentes tienen méritos y deméritos, los mejores, o al menos los menos malos, han sido Carlos Andrés Pérez en su primer gobierno y Jaime Lusinchi. Aunque para muchos, este juicio podría parecer sesgado, es difícil ignorar los contextos en los que gobernaron.
Y así, entre risas y recuerdos, dejamos el café, sabiendo que la historia sigue siendo un campo de batalla para la memoria y la interpretación.
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El MEJOR Presidente de Venezuela hasta ahora ha sido el General MARCOS EVANGELISTA PÉREZ JIMÉNEZ. Él sí que puso a nuestro país a VALER.
ResponderEliminarDe acuerdo totalmente. El Gral. Marcos Pérez Jiménez fue el único venezolano que dejó prueba física de su afecto por su patria grande. Además, su vocación faraónica lo llevó a construir la infraestructura vial, habitacional, tecnológica que jamás otro gobierno a logrado hasta hoy y que aún usan y disfrutan los venezolanos.
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