!Que fácil fue robarse ese país!


Se reúnen
en varias ocasiones estos sujetos en uno de los
calabozos de un centro penitenciario situado en un caluroso pueblo del centro de ese país, en donde cumplía una cómoda estancia en prisión el primero al haber
fracasado en un cruento golpe militar. Allí cocinan el plan macabro para
adueñarse de toda la riqueza y las instituciones de esa nación, que hasta ese
momento parecía bendecida por los dioses.
La
elaboración del plan estuvo sin duda a cargo del resentido militar, quien
mostraba un curioso talento para ingeniar estrategias tenebrosas y muy poco
quedaba para la escasa inteligencia del bellaco chófer, que a todo lo planteado
se limitaba a emitir los términos sumisos “excelente”, “claro”, “seguro”, o al mejor estilo de Cantinflas: “ss ..órdenes jefe”
El
estrafalario militar de origen llanero, con un particular carisma para embaucar
incautos, parecía poseído por el
espíritu irredento de algún descalabrado y amotinado soldado de alguna de esas
batallas perdidas durante la guerra de independencia. Poseía una verborrea similar a la de un predicador
brasileño, por lo que precedía cada
comentario sobre su plan con una cháchara
bolivariana aprendida en lecturas rápidas y con poca luz de las
conocidas obras “Venezuela Heroica” y “La libertadora del Libertador”.
Reunidos
una mañana en el aludido calabozo, el militar mostraba al esmirriado grandulón, el guión a seguir para coronar la fabulosa estafa. Mira bigote -le decía- estos
son los pasos a seguir, me los mandó
el camarada Fidel desde Cuba, yo le hice varios ajustes. Hay que cumplirlos al
pie de la letra.
En una amarillenta
hoja oficio escrita a máquina, se podía leer:
1) Tomar el poder por medio de una rebelión
militar y en caso de fracaso, procurar una victoria electoral mediante la
satanización de los partidos políticos de derecha y la oferta de una revolución
social.
2) En ejercicio del poder inmediatamente
promulgar una nueva constitución nacional con disposiciones ambiguas que nos
permitan ajustarlas conforme a las necesidades de la revolución.
3) Iniciar la infiltración de camaradas en los
cuarteles para ir ideologizando las tropas. Utilizar el poder económico y
político para corromper al generalato y a los cuadros medios de las fuerzas
armadas.
4) Iniciar el desarme de la población civil
opositora y suprimir los cuerpos de policías regionales. Armar a los grupos de
seguidores extraídos de los sectores más vulnerables, ganados al odio sobre la
derecha, como son las cárceles y los barrios más paupérrimos del país.
5) Instaurar una hegemonía comunicacional
mediante la expropiación de medios, sean radio, televisión o prensa,
suprimiendo las concesiones a los opositores, comprando por interpuestas
personas los más importantes medios, así como restringiendo la importación de
papel para los periódicos del enemigo.
6) Designar en los cargos de magistrados de la
corte de justicia a abogados incondicionales que no tengan escrúpulos a la hora
de elaborar y firmar las sentencias que se les ordene dictar desde el poder ejecutivo,
de modo de controlar férreamente el máximo órgano judicial cubriendo las apariencias con formalidades legales.
7) Elevar a los rangos superiores de las
fuerzas armadas a militares ideologizados o comprometidos con el gobierno por
grandes favores, preferiblemente aquellos involucrados en delitos de corrupción
y legitimación de capitales, de modo que
dirijan las tropas y los cuarteles atendiendo lineamientos para la defensa de
la revolución ante las arremetidas de la oposición.
8) Infiltrar a los grupos y partidos de
oposición con la finalidad de dividirlos y provocar confrontaciones internas.
9) Atender fundamentalmente las necesidades de
los seguidores de la revolución, de modo que se sientan atados social y
económicamente a la generosidad del gobierno y le deban su lealtad.
10) Mantener un control de cambios sobre las
divisas para someter al sector comercial, a los productores nacionales y a los empresarios enemigos.
El
colombiano lee con avidez el texto de las indicaciones y sonríe maliciosamente.
Luego pregunta con timidez al capo:
-Mi comandante, esto está perfecto para
perpetuarnos en el poder. Son unos genios mi tío Fidel y usted. Pero me
pregunto, cómo hacemos con las organizaciones internacionales como la OEA, ONU,
UNASUR, etc.
-Bigote, no seas tan ingenuo, esas
organizaciones son entelequias que impresionan a tontos demócratas. Esas no
pueden sino acordar y escribir pendejadas para publicar en la prensa y en CNN,
pero de allí a imponer conductas a un gobierno fuerte, eso solo se lo creen los
románticos de la derecha.
-Comandante y cómo controlamos el Congreso, al
pueblo y a las multitudes inconformes.
-No bigote, el Congreso lo dominamos ganando
las elecciones parlamentarias y cuando ya no tengamos mayoría en esa vaina, lo
controlamos judicialmente a través de una sala constitucional de la Corte
aplicando el numeral 6 de esta receta . Respecto al pueblo, a los líderes
fervorosos los neutralizamos con cárcel. Los seguidores de estos se van desilusionando
y terminan abandonando el país. Los demás son apáticos por naturaleza que le
tienen mucho miedo a las armas y a la pólvora.
-Jefe y como evitamos la acción de órganos como
la Fiscalía, Contraloría y el órgano electoral?
-Pero qué te pasa bigote. En esos órganos
colocamos a la cabeza nuestras fichas más leales y consecuentes de modo que
obedezcan ciegamente nuestras propuestas.
-Bueno mi comandante, yo creo entonces que sí seguimos estas indicaciones con pasión revolucionaria, nos aseguramos la
eternidad en el poder.
Efectivamente
este par de truhanes a partir de ese momento se apegaron estrictamente a esos
diez mandamientos, que les garantizaban que su proyecto pudiera ser continuado
por sus descendientes y más fieles adláteres cuando ellos desaparecieran.
Al cabo de
muchos años en el ejercicio del poder, el
militar, cómo si lo hubiera previsto, sucumbió a una penosa enfermedad
mortal y debió dar paso en el mando al colombiano, no sin antes asegurarle una
inmensa fortuna a sus hijos, hermanos y a toda su generación. El colombiano, sin
el carisma de su antecesor, continuó aplicando la receta de la conspiración en
medio de muchas broncas con una población inmersa en hambrunas y descontento
generalizado. El colombiano, sin duda, debe haber seguido las estrategias de su
antecesor para asegurarse la riqueza infinita de toda su prole que se
caracterizaba por abundar como las flores.
El
desenlace de este gigantesco robo seguramente será inesperado y cruento, pero quedará para la posteridad
este singular trance histórico político como una lección a la indiferencia de
la intelectualidad de ese país.
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