Guarenas - Guatire, crónica de una muerte lenta
“Candelita que se
prende candelita que se apaga”
Hugo Chávez en una de sus tantas fanfarronerías
mediáticas
Oliver amaneció agotado
mentalmente porque no pudo dormir. Pasó
la noche pensando una salida a la situación de su ahijada Lourdes y su marido
Johnson que viven en Guatire y trabajan en Caracas, como muchas parejas de jóvenes venezolanos profesionales que desde
hace varios años tuvieron como única opción para formar un hogar, adquirir con
esfuerzo y financiamiento un habitáculo en las edificaciones que han levantado en las últimas décadas las
empresas constructoras en esos espacios
concebidos para ciudades dormitorios por su lejanía de los puestos de trabajo.
La leyenda de los pueblos la
hace su épica y las glorias de sus pobladores que sufrieron calamidades
naturales o sociales y lograron
sobreponerse gracias a su coraje y resistencia. La población de Guarenas es
recordada por haber sido el primer foco de protesta pública que dio lugar al estallido social conocido como “El Caracazo”. Fue allí donde tuvo su primera
candelita ese fenómeno social ocurrido el 27 de febrero de 1989, supuestamente
incentivado por el incremento del precio de los pasajes del transporte
colectivo generado por el aumento del precio de la gasolina, que luego terminó
en saqueos, pillaje y muertes.
Muchos
venezolanos se preguntan hoy por qué si “El Caracazo” se generó espontanea o
deliberadamente –eso no lo sabemos- cuando el país apenas vivía una situación
medianamente difícil a raíz del paquete de medidas económicas que acababa de implementar el presidente Pérez (
CAP II) al inicio de su segundo mandato, cómo es posible que una conmoción
social de esa naturaleza no se ha reproducido o repetido en esa misma zona de
Guarenas y Guatire, ahora con más razón
que esa gente soporta una terrible situación de hambre, desabastecimiento, transporte, inseguridad y escasez de medicinas y de
servicios de salud como nunca antes se padeció en este país. Que no son siquiera
comparables las pequeñas penurias de aquella época con las infames y horrendas
de ahora, más aun que la población de estas
zonas se ha multiplicado exponencialmente.
Me
confiesa Lourdes –dice Oliver- que
tuvieron que hacer uso del servicio de transporte público debido a que su
vehículo salió de circulación temporalmente mientras consiguen un repuesto,
tema que afecta a muchos otros vecinos de la zona ya que el desgaste de los
vehículos exigidos por una vialidad de grandes peraltes y elevaciones impone
frecuentes reparaciones y mantenimiento de los autos. Que no
comprenden cómo está haciendo la gente de Guarenas y Guatire para comer
y cubrir los gastos del transporte público o de reparación de los autos, para ir
a sus trabajos. El gobierno ha autorizado incrementos de esos pasajes
extra urbanos en porcentajes que consumen más del 50% del sueldo de la mayoría de los
trabajadores que por ahí habitan, ya que se requiere tomar un mínimo de dos
unidades para subir y para bajar diariamente. Y los que tienen niños que son muchos,
cómo hacen para atender los gastos que ello implica. Esta zona tiene esa
peculiaridad, los costos del transporte impactan severamente a la gente que
trabaja en Caracas que es la mayoría. El gobierno debió subsidiar a los
transportistas la adquisición de
accesorios, cauchos y repuestos, cuyo alto costo ha sido el argumento para justificar la
escalada de los pasajes.
La crisis creo que va arrasar esta zona por
falta de políticas públicas para paliar sus consecuencias. Johnson comenta que
ya se ve el efecto en el parque de motos que circulaban por la autopista. Han
disminuido considerablemente por la escasez de repuestos y eso va a pasar
también con los vehículos, sobre todo con los que suben diariamente hacia
Caracas, porque esta vía causa un
desgaste terrible en los vehículos y cuando comiencen a dañarse el costo de las
reparaciones va a sacar de circulación un gran número de autos, pues los
modestos ingresos de esos trabajadores no alcanzan para cubrir gastos
extraordinarios.
Lourdes le comenta a Oliver que conoce de varios vecinos que han optado
por abandonar su trabajo
en Caracas porque los gastos de comer fuera y pagar
transporte superan sus ingresos. Algunos prefieren inventarse una actividad
lícita o hasta ilícita otros en la misma zona para sobrevivir. Esto explica que
los índices de desnutrición y de delitos en esa zona se hayan disparado, no
porque lo reseñen los diarios, sino porque son apreciables a la vista.
Diariamente se ven episodios de violencia y delincuencia en la autopista y en las
calles de Guarenas y Guatire. Ellos mismos han sido víctimas del hampa en
varias ocasiones. Y las nuevas caras de la mendicidad a cada paso“nos ahoga el alma”.
Con
razón –recuerda Oliver- ese dantesco espectáculo diario frente al Parque del
Este que reseñara en otro post, donde una multitud se disputa rabiosamente
subir a las camionetas de pasajeros que ofrecen el servicio más barato para el traslado a Guarenas o Guatire sin
escatimar en la incomodidad de ir parados y apretujados.
La aparente pasividad que sus
pobladores muestran ante esta calamidad que consume su existencia no pareciera
tener explicaciones. Pero las tiene -piensa Oliver- Es el miedo. El inoculado
por el régimen con sus esbirros y colectivos apertrechados de poderosas armas para acallar las
protestas. El miedo a la delincuencia que impone un toque de queda desde que
cae la tarde hasta la madrugada del día siguiente. El miedo a
perder lo poco de
vida que pueden disfrutar metidos en sus estrechas moradas. La desnutrición tiene
por secuela una muerte lenta en muchos casos, pero cuando te percatas es tarde. Ya no tienes la fuerza ni el aliento para protestar.
Cuando Maduro y su pandilla se
vayan, Guarenas y Guatire solo serán un testimonio de dos pueblos que "hubiesen preferido otra muerte".
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