Ramo Verde o El Helicoide
A Oliver lo atormentaba la necesidad de entregar su más reciente obra, Contuso y confeso, a la editorial. La había terminado en diciembre de 2016, y quería publicarla una vez que estuviera fuera de Venezuela. El temor a represalias por parte del régimen lo mantenía en vilo. No era lo mismo criticar en redes sociales —esas palabras se desvanecen pronto— que plasmar opiniones en un libro que quedaría para la posteridad, y que podría ser utilizado como prueba en juicios o investigaciones. “Los comunistas son especialmente sensibles a las críticas que puedan llegar a las manos del proletariado”, pensaba con recelo.
El mercado inmobiliario colapsado y la falta de dólares le impedían reunir el dinero suficiente para dejar el país con la seguridad de contar con un respaldo económico al llegar a otro territorio. Aterrizar sin un trabajo asegurado era un riesgo que no podía permitirse. ¿Cómo podía esperar publicar el libro estando fuera si esa salida podía tomar años? Sabía que su obra, aunque literaria, también tenía un componente político cuyo valor se desvanecería con el paso del tiempo.
"¿Debería arriesgarme a las represalias?", se preguntaba Oliver en su intimidad. Imaginaba lo que le podía pasar: el SEBIN, la cárcel en el Helicoide o incluso Ramo Verde. Si a Lorent Saleh lo encerraron en una celda oscura con pruebas amañadas de conspiración, ¿qué le esperaba a él, que había denigrado del gobierno tanto como los más aguerridos opositores? El miedo lo atenazaba. "No soporto los espacios cerrados", se decía. Recordaba con horror los episodios de claustrofobia que lo atrapaban incluso en un ascensor. Pensar en estar encerrado en una celda bajo las órdenes de esos esbirros le erizaba la piel. "Definitivamente no tengo vocación de mártir", se resignaba.
La situación del país le parecía tan desesperada como absurda. Ya habían agotado todas las vías posibles para cambiar el rumbo de la nación, desde intentos serios hasta iniciativas casi ridículas. “Hasta los astrólogos y brujos se han equivocado en sus predicciones”, pensaba con amargura. Los políticos, por su parte, parecían atrapados en un discurso repetitivo y vacío. "Yo mismo, desde mi blog, he sido más acertado que muchos de esos supuestos líderes", comentaba con ironía en una charla por el chat.
La MUD, aquella alianza de oposición, estaba bajo fuego constante, tanto por el oficialismo como por los propios opositores. "Mi mujer es una de esas críticas insufribles", confesaba Oliver con una sonrisa agria, pensando en cómo ella cuestionaba cada movimiento de los líderes opositores. "La famosa 'traición de Julio Borges', o que todos son unos vendidos... ¡ya no sé qué pensar!". Incluso Henry Ramos Allup, un veterano de la política, y Chúo Torrealba, que en su momento había demostrado valentía al enfrentarse a chavistas violentos, le empezaban a generar dudas.
Pero si había una persona por la que Oliver sentía una profunda admiración, era María Corina Machado. La respetaba no solo por ser una mujer inteligente y guerrera, sino también por su valentía y su belleza. Recordaba con rabia el incidente en el que Diosdado Cabello la había mandado a agredir en la Asamblea Nacional. Aquella injusticia lo había inspirado a escribir un post en su honor, que aún podía leerse en su blog.
Ramos Allup, a pesar de las críticas que recibía por su pasado adeco, también se había ganado el respeto de Oliver. Aunque lamentaba que no hubiera actuado con más fuerza en la instalación del Parlamento en 2016. "Si solo hubiera expulsado a patadas a esos magistrados corruptos del Tribunal Supremo", pensaba, evocando una de sus ficciones más leídas, donde imaginaba ese escenario.
Pero la realidad era otra, y Oliver sabía que, aunque podía refugiarse en sus ficciones, el destino del país y el suyo propio seguían siendo inciertos.
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