Sabana Grande, de bohemia a infame!
El regreso de Oliver a Caracas no fue un acto voluntario, sino la consecuencia inevitable de una vida que se desmoronaba poco a poco. Como tantas otras veces, no había escapatoria. Las promesas de nuevas oportunidades y la ilusión de encontrar refugio en tierras lejanas se diluyeron bajo el peso de la realidad. El periplo por Mérida, San Cristóbal y Maracaibo, más que una búsqueda de estabilidad, fue un intento desesperado por eludir el pasado y sanar las heridas que la vida le había dejado. Pero ningún rincón de ese occidente agrietado pudo ofrecerle el alivio que tanto anhelaba.
Así fue como, derrotado y sin respuestas, volvió a Sabana Grande, a un apartamento que ya no sentía como su hogar, pero que aún albergaba a su madre, Rosa, atrapada en su mundo de sombras y recuerdos fragmentados por la enfermedad. Allí, en medio de la decadencia urbana y la miseria que se extendía por las calles, Oliver retomó su rutina, con la certeza de que el tiempo no lo había dejado indemne, y que los fantasmas del pasado seguirían acechándolo.
Lo que no imaginaba era que, tras aquellas persianas que escondían un paisaje sombrío, y en medio de las ruinas de una ciudad que se caía a pedazos, el verdadero desafío aún estaba por llegar. Aquellos días de aparente calma pronto se verían alterados por eventos inesperados que lo obligarían a enfrentarse a una nueva etapa de incertidumbre y desasosiego. Oliver, que pensaba que lo había perdido todo, descubriría que aún le quedaba mucho por enfrentar.
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