Femicidio anunciado



Los gritos desgarradores de una niña en la madrugada de aquel martes de octubre, sobresaltaron de la cama a Gustavo, su sueño es muy liviano,  lo interrumpe el tenue zumbido de un zancudo.  Los alaridos provenían de un apartamento, un piso o dos más abajo. La resonancia emanaba por el área de servicio del edificio, que tiene una acústica perturbadora.
Él alcanzó  a distinguir las palabras de la estremecedora expresión de auxilio, "no papá, no le pegues, no por favor" repetía dos o tres veces la infanta aterrada y seguidamente se escuchaba el quejido sollozo de una mujer.  Después, unos susurros indescifrables parecían suplicar algo.  Pasados unos largos minutos, varios vecinos alarmados llamaron a Gustavo por teléfono, suponían que también estaría despierto y como  fungía de presidente de la junta de condominio, a ellos les pareció que debía hacer algo para contener esa pena. 
Al día siguiente, los comentarios que le hicieron los vecinos, coincidían en que ese angustioso episodio  venia repitiéndose en los últimos días y que se trataba del esposo de la mujer, quien aparentemente drogado o borracho, llegaba tarde la noche a insultarla y pegarle. Eran una pareja nueva en el edificio y por tanto, se requería de ciertas indagaciones sobre su procedencia e identidad, que los vecinos consideraban era una tarea para la junta de condominio.
Gustavo tomó nota del acontecimiento y al día siguiente, pudo informarse con la conserje y la administradora del condominio, que tenían dos semanas de haberse mudado al edificio y que el energúmeno que provocaba la dantesca opereta de terror era hijo o nieto de un político del más alto nivel de la fauna chavista. Era la época de los primeros años del "comandante supremo".
Habían transcurrido dos o tres días de aquel incidente, cuando en la noche, un similar escándalo se suscitaba en el mismo escenario. Este parecía menos aterrador,  pero no menos bochornoso. El sujeto en evidente estado de drogadicción, exigía a golpes de patadas contra la reja del apartamento y a gritos destemplados, que su pareja le abriera la puerta y ésta se negaba a complacerlo.
Fue tal el bullicio, que los vecinos optaron por  llamar a la policía de Chacao, que funcionaba entonces con mucha eficiencia. Era Alcalde Leopoldo López. A los pocos minutos una patrulla con tres funcionarios policiales, con cuerpos de stripper, se aparecieron al edificio. Gustavo bajó presuroso a atenderlos, dada su condición y los condujo hasta el piso quinto donde discurría el acontecimiento. El sujeto en trance demoníaco, ignoró la presencia de los funcionarios y continuó su furioso reclamo, impactando la reja Mul-t-lock, haciéndola vibrar, al punto que parecía quebrar su sólida cerradura. Los funcionarios le ordenaron detener su actitud, pero el sujeto parecía sordo ante la instancia policial. Entonces resolvieron someterlo por la fuerza entre dos de ellos, lanzándolo de bruces al piso, lo esposaron e introdujeron al ascensor. Al irse la policía. salió la mujer a ver qué había pasado y sin mediar palabra volvió a sus  aposentos.
Gustavo regresó  a su apartamento después de despedir a los policías y escuchar que el sujeto, dentro de la patrulla, les increpaba amenazante sus supuestos vínculos políticos o gubernamentales,  que confirmaban lo advertido por los vecinos en sus pesquisas.
Al día siguiente, supieron que el fulano había regresado a las pocas horas de la comisaria,  después que le había pasado la trona. Se encontraba en su apartamento descansando.
Pasaron unos días y Gustavo es sorprendido en su casa, con una citación de la Prefectura de Chacao, relacionada con una queja interpuesta por la esposa del susodicho  protagonista de los escabrosos  episodios nocturnos.
Tomando en cuenta el tenor de los acontecimientos y las supuestas relaciones de poder, que no ocultaba el violento vecino, Gustavo se hizo acompañar a la cita por un tropel de abogados penalistas que prestaban servicio al banco donde él ocupaba un importante cargo directivo. Estos llegaron a la comisaría luciendo sus mejores galas. A las puertas de la misma, varios de sus vecinos aplaudían la llegada, cual alfombra roja de los Grammy.
Al ingresar a la Prefectura, fueron atendidos por un alto funcionario quien le  impuso de la denuncia que motivaba su comparecencia. La denuncia señalaba como hecho relevante, que supuestamente él había tocado a la puerta de la vecina aquella noche en bóxer (Gustavo usa solo short de tenis),  lo que constituía una supuesta falta a las buenas costumbres, sin que mencionaran para nada el epicentro de la situación que provocaba todo este acontecimiento vecinal, solicitando la susodicha que el condominio, a quien él representaba,  no tuviera más injerencia en su vida personal.
Por supuesto, no imaginaba el grupo de abogados que la parejita, maliciosamente había subvertido los hechos, al extremo de pasar de victimarios a víctimas, pretendiendo opacar los actos  bochornosos del sujeto contra la paz del edificio, que son los que aspiraban debatir en ese estrado. Obviamente el propósito de los denunciantes era subestimar los acontecimientos para evadir cualquier solicitud de desalojo, ya que se trataba de unos inquilinos.
Después de exponer ampliamente los abogados su posición al respecto y contradenunciar a los vecinos, más concretamente al marido infractor, por su escandalosa conducta y por la situación de peligro en que suponían a la menor, hecho este último que fue rechazado y desconocido por la mujer víctima de las agresiones, el caso fue cerrado, limitándose la prefectura a solicitarles distancia respecto de la vida de la pareja.
Total,  esta parafernalia solo sirvió para evidenciar la inutilidad de estos organismos policiales y para apreciar directamente como son permeados por el poder político.
A la semana, nuevamente en la noche, se repetiría el llanto y los gritos suplicantes de la niña. Gustavo despertó, pero decidió seguir durmiendo. Mas tarde, la sirena de una patrulla que arribó al edificio  ante el llamado de algún vecino, le volvió a despertar. A la mañana se enteró que al sujeto se lo habían llevado detenido, pero esta vez no lo soltaron inmediatamente, porque se evidenciaron lesiones personales en la mujer.
Gustavo no supo el desenlace de esos acontecimientos. Salió de viaje por esos días y al regreso dejó la responsabilidad del condominio. La estrafalaria parejita dejó el edificio.  Supuso Gustavo entonces que fueron conminados por el propietario del inmueble.
A los meses, una noticia de prensa daba cuenta de un femicidio ocurrido en El Cafetal. Los mismos protagonistas aparecían reseñados en la nota.  Poco tiempo después, dictarían la reforma de la Ley contra la violencia de género; entre sus proponentes figuraba el diputado abuelo del ex vecino asesino.

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