ÉPICA CÓMICA

 





Épica cómica

 Prólogo


En tiempos de incertidumbre y confinamiento, la rutina se convierte en un paisaje monótono donde incluso las pequeñas elecciones del día a día adquieren un aire casi épico, aunque con frecuencia bordean lo absurdo. El relato que sigue es una sátira sobre esa cotidianidad empapada de circunstancias extraordinarias, donde el protagonista, Ignacio, se encuentra atrapado entre las paredes de su apartamento y los ecos de una realidad política y social que pareciera no tener fin.


Con un tono ligero y cargado de ironía, "Épica cómica" nos presenta a Ignacio en uno de esos días donde la apatía se entrelaza con el hastío, mientras navega entre las migajas de lo que fue la vida antes de la pandemia. Los viejos hábitos, como el tenis, han sido reemplazados por momentos de reflexión forzada, la televisión se convierte en una ventana a un espectáculo tragicómico, y la realidad política de su país le ofrece una incesante fuente de incredulidad.


El relato explora, desde la perspectiva de Ignacio, cómo las gestas heroicas del gobierno en turno no son más que fábulas grotescas, distorsionadas por la propaganda, que hacen eco en un país donde la narrativa oficial ha sustituido a los hechos. Ignacio, como tantos otros, sobrevive en medio de esta comedia involuntaria, donde el verdadero desafío épico no está en las pantomimas televisadas, sino en la lucha diaria por mantener una pizca de cordura.


Es en este escenario, entre lo ridículo y lo desesperante, donde Ignacio se mueve, enfrentando con sarcasmo la cruda realidad que le rodea. "Épica cómica" invita al lector a reírse —quizás para no llorar— y a encontrar en la ironía una herramienta para sobrellevar tiempos donde la ficción y la realidad parecen haber intercambiado sus papeles.

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En medio de la cuarentena radical de la primera semana de febrero, que limita a Ignacio su práctica del tenis, el día de la Virgen de La Candelaria, en la tarde, quiso leer un rato pero no encontró gratos los dos libros de Allan Poe,  que alcanzó a tomar azarosamente de la pequeña biblioteca que dejó su hija apiñada entre el corotero que espera mejor destino en el maletero de su apartamento de Sebucán, reservado estratégicamente al momento de entregarlo en arrendamiento a la inmobiliaria. Optó entonces por encender el televisor y se encontró con pasajes del encuentro de los Caribes de Anzoátegui en su tercer partido de la Serie del Caribe, que superaban al equipo colombiano por apenas una carrera. Pensó que esa diferencia en el quinto inning, luego de  los reveses ante Panamá, que no había librado campeonato este año por el Covid 19 y Puerto Rico, evidenciaban el bajo nivel a que había descendido  la pelota profesional venezolana. Abandonó entonces ese canal deportivo y colocó Globovision, el canal maquillaje de la autocracia chavista.  Discurría un discurso de Delcy La Fea ante la nueva Asamblea Nacional, dominada por Maduro con la mayoría aplastante del PSUV. Pensó en dormir y se dijo, “que mejor somnífero que escuchar un rato el barullo que suele acompañar la sarta de embustes -y dale con el "bloqueo criminal"- y demás ridiculeces que nos repiten a cada rato en sus discursos los chavistas,  desde su máximo exponente hasta su más torpe interlocutor."

En medio de la cháchara que profería la segunda de abordo del gobierno, con ocasión de la memoria y cuenta (os) del tren ministerial sobre la “gestión” del ejecutivo en el 2020, se percató, entre los conatos de sueño que le inducía la perorata,  que esta vociferante se abstenía y lo confesaba sin rubor, de presentar resultado concreto alguno,  cifras o índices que dieran forma a la verborrea que le servía de ansiolítico a Ignacio. Ponía énfasis la susodicha en los mas mentados episodios “épicos” según la narrativa chavista  -más bien cómicos- que le ha tocado vivir a la revolución bonita en los tiempos del binomio Maduro-Guaidó, tales como la intentona magnicida de los “drones locos” que espantaron a las tropas en la avenida Bolívar; la tragicómica invasión por Macuto de estrafalarios y atribulados piratas del Caribe en un destartalado bote y la no menos patética sumisión en las costas de Chuao, de otro supuesto excombatiente de Vietnam al mando de un peñero ante uno o dos famélicos pescadores armados de palos, en lo que se conoció como operación “Gedeón”, que otros sarcásticamente llaman “gedionda”.

Esa narrativa “épica”, digna de la Radio Rochela, y aplaudida hasta por los alacranes en el Hemiciclo,   fue la antesala a la entrega de los mamotretos empastados que nadie leerá sobre los “logros” del ejecutivo rojito en los años que precedieron a la pandemia. Este patético episodio hizo  levantar a Ignacio como sobresaltado; cogió la calle a gastar el monto de su pensión en dos canillas y a ver si el aseo había pasado por fin a recoger la basura.

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