El bribón que se ganó un país en la lotería política



Esta es la historia de un país occidental que un día los pobladores, cansados de las decepciones de sus gobernantes, entregaron el mando a un bribón, que después de asumir la presidencia no supo hacer más que despilfarrar el botín y luego prefirió morirse para que su ahijado, un mequetrefe, buscara realizar su inescrupuloso plan. Ya varios deslenguados habían fracasado con bitácoras similares en otros mares.

El bribón, un soldado con reputación de pastor evangélico, amante de las coplas, de las garzas y del sol, se había alistado en el ejército con la ambición de ser un jugador de béisbol; pichar era su sueño con los Yanquis de Nueva York. El tipo era de lo mas disparatado. Pensaba que haciendo deporte en los cuarteles podía llegar a las grandes ligas.

En el ejército se le despertó una obsesión por repetir las hazañas de un héroe militar -el libertador José de San Martín- y comenzó a vociferar a cada instante parlamentos de este prócer, casi como una manía. Hablaba solo con sombras y fantasmas de la independencia de su país y alucinaba encuentros cotidianos con el héroe de Yapeyú.

Había intentado un alzamiento militar, pero su valor consistía en aupar a terceros y ordenar el riesgo de otros. Al primer silbido de una bala sacaba su curtido pañuelo blanco y se rendía.

Pero una noche loca, ante la ausencia de un regio líder de oposición para las elecciones presidenciales que se avecinaban, postulo su inflada valentía y un coro de estúpidos ilusionados le hicieron el juego, llevándolo a la presidencia de la República. Se repetía así una versión escabrosa de la película "Desde el jardín".

Desde entonces se tomó como propio el país rehén, inventaba idioteces y medidas autoritarias y confiscatorias populistas. Adoctrinó con su prédica redentora los cuarteles y compró con ilusiones la voluntad de los batallones y con prebendas la obediencia de los magistrados. Regalaba a manos llenas a los países amigos de su desenfreno riquezas naturales de su país.

Cuando entendió que sus disparates no conducían a nada serio, decidió suicidarse, se inventó una enfermedad terminal. Tenía una gran capacidad histriónica.

Tras su desaparición, su ahijado con cara de tonto, fue escogido en unas amañadas elecciones, para continuar sus atrabiliarias ocurrencias.

Este torpe fanfarrón resultó mas estrafalario que el dictador africano Idi Amin Dada. Sumió al país en la mayor locura financiera en la historia. Pensaba que eliminando dígitos a los billetes reducía la deuda y terminó arruinando al pueblo. Su tesis económica era "cero mata cero". Toda una joya.

En medio de esa tragedia, la tercera parte de la población decidió huir de la catástrofe, los mas jóvenes migraron a todas partes del mundo buscando sobrevivir. Se disolvieron así miles de familias, hogares y matrimonios.

Las dos terceras partes que prefirieron quedarse fueron condenadas a vivir un infierno de calamidades. Este otro bribón fue acorralado por potencias extranjeras para que desalojara el cargo, pero su culillo a enfrentar la justicia y terminar como los dictadores bananeros  lo mantiene aferrado al poder. Sus adversarios políticos agotaron todas las acciones legales para deponerlo y hasta unas mamarrachadas  hostiles intentaron. Pero fue tal la torpeza que el bribón salió victorioso y fueron el hazme reír de la comunidad internacional.

Hoy esos desventurados pobladores viven como zombis, en espera de una intervención humanitaria internacional que alivie sus penurias y sufrimiento. Entre tanto, el bribón mantiene una hegemonía comunicacional para hacer creer, puertas afuera, que en ese país se respira democracia y bienestar.

El bribón ha comenzado a dar muestras de miedo a su futuro inmediato, convoca parapetos para parecer un demócrata, tales como diálogos y elecciones, y aunque consigue algunos imbéciles que le hacen coro en los bandos contrarios, la mayoría de los ciudadanos saben que no son mas que tretas de un hampón resabiado.

El mundo quiere ver pronto el final de esta película.



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