Óliver y la inteligencia artificial
Oliver quedó abrumado luego de ver demostraciones que le hizo su hijo de la capacidad de creación y respuesta de una plataforma de inteligencia artificial. En milésimas de segundos produce un análisis literario profesional de cualquier texto, y con una calidad abismal. Y así en cualquier tema humano o científico. Sin duda, está tecnologia del siglo XXI desplaza la utilidad de los humanos en los mejores niveles profesionales -concluye-.
Óliver duda de la certeza y objetividad de los jurados literarios. Es de la idea que no es confiable la justicia de los humanos, menos ahora que hasta la transparencia de la Corte Penal Internacional ha sido rozada por la duda. Al parecer, la larga mano tenebrosa y corrupta de algún tirano ha cruzado el charco hasta La Haya, para frenar las actuaciones del Fiscal de la CPI en la investigación de delitos de lesa humanidad cometidos en paises del Caribe.
Él no ha querido participar más en concursos de cuentos, de relevancia en Latinoamérica, desde que envío un relato a uno de esos eventos y lo rebotaron con la excusa de que no cumplía uno de los extremos exigidos, sin darle una explicación clara sobre la inconsistencia detectada. Además, después de leer el cuento ganador, dedujo que esas pujas literarias son susceptibles a apreciaciones contaminadas por el interés personal de los jurados, por su gusto, estilo, tendencia, corriente y otros elementos subjetivos que conspiran contra la escogencia justa del ganador.
Por ello, celebra que exista ahora un indubitable juez para evaluar la calidad de los relatos y novelas. De ahí que no dudó en someter a dicha plataforma el capítulo uno de su último libro de relatos “Memorias del abismo” en proceso de edición.
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