El caso Venezuela, sin salida pacífica.
Opinión de dos importantes analistas sobre este post:
Aunque Estados Unidos y otros actores internacionales han optado por sanciones, la experiencia ha demostrado que este tipo de medidas no siempre derivan en cambios internos en regímenes autoritarios. La crítica sobre la falta de apoyo o acción por parte de actores internacionales, si bien es válida, también apunta a la necesidad de reflexionar sobre alternativas que surjan de las propias fuerzas y movimientos dentro de Venezuela, aunque el margen de maniobra sea limitado.
El post
La postura de la comunidad internacional en relación con Venezuela, incluyendo organismos como la OEA y la ONU, ha demostrado que una intervención armada en el país está prácticamente descartada. Estados Unidos ha renunciado al papel de "sheriff" global, un rol que en otros tiempos asumía con mayor decisión, lo cual, en mi opinión, es desafortunado.
Creo que María Corina Machado y quienes la acompañan en su cruzada son conscientes de esta frustrante realidad. Por eso, se aferran a la presión internacional como el único medio de ejercer influencia sobre el régimen de Maduro, aunque los resultados de este esfuerzo sean inciertos. Dudo que ese grupo delictivo en el poder, un entramado de múltiples intereses y alianzas —que incluye influencias cubanas, rusas, chinas, iraníes, y organizaciones criminales como Hezbollah, las FARC, el ELN y el Tren de Aragua— vaya a ceder fácilmente.
Las versiones que algunos periodistas y analistas en el extranjero lanzan sobre una posible huida de Maduro y su círculo de poder, dejando el control a Diosdado Cabello y su entorno, parecen basarse más en ilusiones o especulaciones que en información seria. El entusiasmo en torno a la organización CasiVenezuela, liderada por el contratista Erik Prince, que insinuó la posibilidad de formar un ejército extranjero o mixto para intervenir en territorio venezolano, solo ha servido para estafar a venezolanos ingenuos que consideran esa opción viable. Aunque Jaime Bayly lo ve factible, en el contexto actual esto es pura ficción: sin el aval de Estados Unidos, este tipo de iniciativas paramilitares no avanzarán. Tanto Kamala Harris como Trump han advertido que la ayuda de EE. UU. no irá más allá de sanciones y presiones diplomáticas, sin llegar a la intervención militar. Lamentablemente, el "imperio gringo" sigue siendo el único actor con la capacidad de actuar con decisión en este caso.
La política de Estados Unidos hacia Venezuela ha tenido distintos enfoques bajo las administraciones de Trump y Biden, cada una con sus propias implicaciones. Trump fue más enérgico en su postura, aplicando sanciones severas que buscaban aislar al gobierno de Maduro, pero también contribuyeron a agravar la situación económica del país, afectando a la población sin lograr un cambio político efectivo. Además, Trump apoyó abiertamente a Juan Guaidó y trabajó en estrecha colaboración con la oposición, pero sin éxito en su intento de desplazar a Maduro.
Por su parte, la administración Biden ha mantenido las sanciones, pero ha mostrado señales de flexibilidad, sugiriendo posibles negociaciones y un enfoque en el diálogo, especialmente para promover elecciones libres en Venezuela. Sin embargo, como evidenció el fraude del 28 de julio, el esfuerzo de negociación no ha logrado resultados tangibles, y la desconfianza en el proceso electoral ha disuadido a muchos opositores de participar en futuras elecciones hasta que se restaure la credibilidad.
En este contexto, una "transición" como la que se comenta entre propios y extraños no tiene una base realista. Las mafias que sostienen a Maduro en Miraflores no cederán ante presiones internacionales, pues poco les importan las resoluciones de la ONU, la CPI, o las opiniones de gobiernos que en otro momento apoyaron a Maduro y ahora respaldan la idea de una transición, como Lula y Petro. La poca significación de los consensos en la comunidad internacional de occidente y la improbabilidad de un acuerdo para la resolución de conflictos internos de los paises del hemisferio ponen de relieve los graves riesgos de las democracias del continente.
La situación de Venezuela en el actual escenario geopolítico es especialmente difícil. La experiencia con dictadores en el hemisferio ya no aplica en un contexto donde un tirano cuenta con el respaldo de potencias como Rusia y China, además de alianzas con organizaciones terroristas y criminales de gran influencia.
Además, los demás actores de la comunidad internacional no tomarán riesgos en términos de estabilidad e intereses propios para salvar a los venezolanos; la generosidad de la política internacional tiene límites.
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