Mis viajes a Bolivia y el hábitat
Hay destinos geográficos que por diferentes razones no imaginamos
conocer; en mi caso la ciudad de
Cochabamba, ciudad ubicada en el centro del territorio Boliviano llamada Ciudad
Jardín de Bolivia, nunca estuvo en mis planes de turismo, sin embargo una
circunstancia de trabajo me llevó a conocerla, fue por allá en el año 1997, en mis inicios en la banca privada. Mi
profesor Oswaldo Padrón Amaré (Q.E.P.D), había sido invitado a dictar una
conferencia sobre “las instituciones mutuales de ahorro”, conocidas entonces en
Venezuela como Entidades de Ahorro y Préstamo, ya sujetas a la conversión en
sociedades anónimas según la entonces reforma de la Ley de Bancos que terminaba
de promulgarse. El insigne maestro Padrón Amaré con quien compartí la pasión
por el análisis jurídico de los temas financieros, fundamentalmente bancarios,
me pidió que asistiera por él a ese
evento internacional de “Vivienda y Hábitat” que se celebraría en esa ciudad
con el patrocinio del Gobierno de Bolivia y la Asociación de Mutuales de ese
país, ya que una situación personal de último momento le impedía a él cumplir
dicho compromiso. No pude negarme a esa gentil invitación a pesar de los
riesgos que implicaba un tema que no era
mi fuerte. El Dr. Amaré tuvo la gentileza y delicadeza de entregarme las notas
que había preparado para la conferencia. Su elaborada prosa jurídica sobre el
tema era tan clara que no necesité de mucho esfuerzo para involucrarme en el
texto y sus derivaciones. Sin embargo, al momento de la conferencia- quizá por
inseguridad- opté por leer el discurso, situación que se me hizo un tanto
incomoda pues no es mi estilo leer escritos ante una audiencia, sino utilizar
el material como apoyo logístico. Concluida la lectura sentí el alivio de quien
culmina una delicada tarea. Luego vendrían las preguntas del auditorio, que
estaban ávidas de información sobre el proceso venezolano de conversión,
tratamiento que ellos aspiraban darle a estas instituciones en Bolivia. Las
preguntas de los asistentes resultaron afortunadamente de Perogrullo y pude
salir airoso del foro.
La estancia en Cochabamba, un
paseo por los predios del monumento a la Virgen de La Concordia me sirvió para
conocer el sentimiento de respeto que tienen o tenían en aquellos años los
bolivianos por los venezolanos, quizá fundado en la admiración por Bolívar, el
venezolano que les dio la independencia. Ese pueblo y su gente me recordaron a
nuestra ciudad de Mérida y los merideños, “la ciudad de los caballeros” donde
viví un tiempo.
Las reuniones sociales a que
asistí con ocasión del Foro me permitieron ganar una invitación del Banco
Central de Bolivia para una asesoría
jurídica sobre el proceso de conversión de las mutuales en sociedades anónimas
que en ese país estaba considerándose.
Fue a los meses siguientes que
visité La Paz. El altiplano boliviano te impacta. Te imaginas a ese diminuto
hombre (el Libertador) andando a caballo desde Venezuela por esas montañas infinitas y por sus accidentados e intrincados caminos y cuesta
entender tan osada aventura. Allí valoras mas su arrojo.
Despegar del aeropuerto de La Paz
es toda una experiencia, sales en medio de una gran nube y desespera el largo
espacio que recorres por instrumento hasta alcanzar ver un poco de cielo. La
ciudad de La Paz te recuerda cualquier ciudad de los andes venezolanos, solo
que el escaso oxigeno al caminar o hacer un esfuerzo te ubica en otra geografía.
Me alojaron en un céntrico hotel muy conocido, que tiene la fama de haber
alojado a Fidel Castro en una de sus primeras visitas a esa ciudad. Lo poco que
caminé en esa ciudad cerca del hotel me mostraba la pobreza y el atraso de los
bolivianos en esos tiempos (Se que actualmente es un país prospero, estable
económica y políticamente). El comportamiento de la población indígena que
hacía vida en sus calles, me llamó la atención;
con desparpajo hacen sus necesidades a la vista de todos. Nunca imaginé
que Venezuela a los pocos años iba a retroceder en sus centros de pobreza al
punto que viviéramos cuadros semejantes.
La estancia en La Paz y las
reuniones de trabajo me permitieron observar que los suramericanos tenemos en
común la visión interesada de las soluciones. Los empresarios líderes, ungidos
prácticamente en “dueños” de las mutuales, que no eran tales, pues no existe la
propiedad sobre estas organizaciones, se resistían a la conversión en
sociedades anónimas y a su consecuencia: abandonar sus posiciones de
poder. Por ello, en Bolivia no hubo
acuerdo hasta ese momento en adoptar la conversión en sociedades anónimas, ya
que esto implicaba también una capitalización por parte de los terceros
interesados en la conversión o por sus supuestos “dueños”. No sé cómo funciona
actualmente ese sector, ni si han llegado finalmente a un acuerdo en ese país.
En Venezuela, a los presidentes de estas instituciones no se les consultó su
opinión para imponer legislativamente la conversión, pero ellos precavidos
negociaron a tiempo sus posiciones de poder.
En Venezuela finalmente esa
conversión se tradujo en la desaparición de las Entidades de Ahorro y Préstamo, un importante motor del sector de la
construcción, claro, vapuleado por las restricciones, la legislación socialista
y el proteccionismo que llegó con el chavismo. Este sector por diversas circunstancias está
actualmente paralizado. Hoy solo construye el gobierno y por supuesto viviendas
de interés social que prácticamente regalan a sus seguidores de los sectores
marginales. La mayoría de los proyectos privados en vías de ejecución fueron
objeto de expropiación por parte del gobierno con fundamento en la demora en su
terminación. La clase media quedó al margen de nuevos proyectos de construcción.
El encarecimiento de la vivienda
en Venezuela en los últimos años, impulsada por una variedad de factores: el
cambio de la moneda de referencia, el costo de los materiales de construcción,
desabastecimiento de materia prima (cemento, cabillas, etc.), la mano de obra,
la inflación y creo que el impulso artificial del mercado de inmuebles como
consecuencia del lavado de dinero que ha imperado en forma rampante, han
terminado por liquidar este mercado, inalcanzable para la nuevas generaciones
de profesionales. Por ello, el futuro de los hijos de la clase media es
proletarizarse o largarse del país, ¡si
pueden!
Dios proveerá dijo el presidente
del país. ¡Qué futuro tan esperanzador!
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