Desde que el argentino Hernán Casciari
alcanzó gran éxito contando graciosas anécdotas o crónicas en su blog, comencé
a pensar en dejar definitivamente el ejercicio de la profesión de abogado y
dedicarme a escribir crónicas o cuentos, que creo sé hacer. De verdad que
esta profesión se ha convertido en un estigma en nuestro país, no sé si es así
en cualquier país. Pero en Venezuela, apenas mencionas que eres abogado las
personas te miran raro o dicen "guillo" o hacen inmediatamente un
chiste aludiendo la fama de tramposos que tienen estos profesionales.
Ejercer el Derecho en Venezuela es una
pesadilla, salvo que seas un miembro de la "Banda de los enanos" o un
militante connotado del PSUV. En Venezuela hasta que regrese una democracia más
o menos decente como la que metió preso a un presidente de la República (CAP)
por malversar unos pocos dólares de la partida secreta, no vale la pena ejercer
esta profesión tan denigrada y menos ahora que hasta abogados con prontuario
policial, pero socialistas, con título obtenido vaya usted a saber cómo, han
alcanzado la designación de magistrados del Tribunal Supremo.
Sin “Estado de Derecho” pierdes el tiempo pretendiendo
un honesto ejercicio de esta profesión. Los tribunales del socialismo chavista
solo se ocupan de perseguir a los disidentes. Olvídate de "administración
de justicia", que esa berenjena solo existe en los discursos del gobierno
y en las mentes enfermizas de los fanáticos del régimen. Si no tienes
vocación de gestor de sentencias amañadas dedícate a otra vaina.
Pero de verdad que la gente es injusta con esta
profesión, a lo mejor aquí se impone
aquel refrán de que “pagan justos por pecadores”. Al parecer, son bastantes
estos últimos en ese gremio.
Cobrar cualquier servicio o consulta lo consideran
una estafa, aun cuando te hayas sudado “el que te conté” procurando elaborar un
buen dictamen o estudiando muchas horas buscando en diversos tratados para
cubrir todas las interrogantes del cliente.
Por estas y otras razones abandoné el ejercicio del Derecho. Siempre detesté aquella afirmación de algún infeliz que dijo que “las
bibliotecas jurídicas contenían tomos que amparaban una posición jurídica o la
contraria”. Eso es totalmente falso. La interpretación de la ley cuando se hace
honestamente, sin interés en vender gatos por libres, es una sola. Es la que se
desprende de la clara redacción de una norma; de la conexión de sus palabras en
contexto con las otras disposiciones legales. Lo que ocurre es que la labor del
juez es establecer la verdad si es honesto e independiente de intereses superiores. La del abogado lamentablemente, por esa triste tarea de defender
bandidos, es a veces torcer la interpretación a favor de su defendido. Esa
tarea, a mi juicio infame, es la que nos ha ganado hasta merecidamente la fama
de deshonestos.
Recuerdo que conocí accidentalmente a un abogado,
que a la larga resultó ser un integrante de la famosa “Banda de los enanos”, cuando
un día almorzaba el sujeto en un restaurante del C.C.C.T, con mi compañero de
oficina de profesión ingeniero y éste me lo presentó. El compañero me lo anunció
-en un tiempo en que apenas se mencionaba esa banda “parajudicial”- como miembro de esa vulgar cofradía y me lo dijo
de viva voz y se reía, por lo que siempre lo tomé como una joda más. Pero si
recuerdo que el tipo tenía un aura medio extraña, como enigmático, demasiado callado y al momento del pago
impuso su talante de “jefe”. ¡No acepto que me paguen! -dijo- Era sin duda un
capo, que en ese momento no lo percibí, claro, es otra la convicción que ahora
tengo después que lo vi aparecer en la televisión en una sospechosa y
escandalosa compra de un medio de comunicación, hoy supuestamente de
información "veraz y equilibrada".
Me retiré de la profesión convencido de que su ejercicio
es hoy día en Venezuela hasta un riesgo. Un compañero de bufete de mi hija asumió
la defensa de un cliente acusado de acaparamiento y lo encanaron en cuanto se
presentó, imputándole el delito de complicidad con su defendido.
En conversación con ella sobre este tema me decía:
-Papá ya no les parece bastante con que atropellan
física y verbalmente a las personas al privarlas de su libertad sin que medie
una investigación previa de los hechos, supuestos principios consagrados en la
Constitución”. Se burlan de tal derecho con estas infamias: “No, no, que es eso de debido proceso, esa vaina
es una patraña de la burguesía. No, no, esa trama de Kafka no va con nosotros los revolucionarios, no, nada de parapetos jurídicos. Lo de nosotros
es la justicia popular -con formato de patíbulo agregaría yo-. Para los revolucionarios la defensa judicial de los escuálidos es más bien un
retraso procesal. Afirman con desparpajo los justicieros revolucionarios:
¡salgamos de eso de una vez!. La investigación de los hechos que quede para la
leyenda urbana y el periodismo de crónica. Aquí se sentencia de una, el que
diga mi comandante Maduro, mi capi Diosdado o cualquiera de nuestros barones
del proceso. Si decimos que es culpable -de lo que sea- así será ¡no joda!, y
quien venga a defenderlo también va preso ¡carajo! Lo acusamos de cómplice del
malvado escuálido o contra revolucionario. Que qué delito le achacamos a ese
“Perry Maison” de los oligarcas: ¡facilito! Cooperador inmediato, cómplice! compinche
del facineroso pitiyanqui”
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