El bochorno del 27 de noviembre



El país aun respiraba un enrarecido ambiente por los hechos de la intentona golpista del 4 de febrero, los rumores de sables y el encarcelamiento de sus principales protagonistas en el retén de Yare. El presidente Pérez se mantenía en el poder  -como barco encallado- resistiendo las tormentas sociales y económicas y un afiebrado bombardeo mediático.
Yo ocupaba aun el cargo de consultor jurídico de la Superintendencia de Bancos y me aprestaba a recibir un pequeño homenaje de parte del sistema bancario venezolano en acto que se efectuaría en el Colegio de Abogados del estado Lara en la ciudad de Barquisimeto, el día 27 de noviembre de 1992, con ocasión del tradicional foro anual sobre banca y seguros, que sería oportuno para bautizar uno de mis ensayos sobre  los temas bancarios.
Yo había viajado desde el día anterior para aprovechar una invitación de unos amigos que tenían algún tiempo en esa ciudad realizando auditorías para el ente oficial Hidrolara.
Era mi época de juerga de divorciado, donde sobran las invitaciones y los deseos de rumbear.  La ciudad de Barquisimeto iniciaba ese año sus fiestas navideñas con un “amanecer gaitero” en el estadio de beisbol y yo me había animado a asistir a ese evento.

Sería mi primera y única amanecida  gaitera, pues no era mi talante el de parrandero de largo alcance ni fanático gaitero. Pero reinaba un ambiente bien alegre y contagioso en esa ciudad y mis panas anfitriones estaban bien entusiasmados con esa planificada parranda.

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