Shakira en Caracas 2006
Cuando la cantante Shakira vino en
el cenit de su fama a Caracas en el año 2006, no sé cuál era el número de veces
que ya antes había estado por Venezuela con sus “Pies descalzos” en modestos
conciertos y shows de televisión, pero esta vez venía precedida del éxito
descomunal obtenido con los temas “La tortura”, “Suerte”, “La Pared” y “Te dejo
Madrid”, que causaban furor entre sus fans, fundamentalmente hombres que
disfrutábamos sus movimiento de cadera y su
danza árabe como expresiones de un símbolo sexi a pesar de su menudo
tamaño. Las fantasías estaba por
hacerlas realidad Gerard Piqué el
jugador del Barsa. Ya su larga relación con el hijo del ex presidente La Rúa
nos parecía aburrida.
El entusiasmo de mi hija menor y
también de la mayor con el anuncio de la presentación en Caracas de la estrella
colombiana, fue un buen motivo para celebrar la decisión de asistir a ese
espectáculo y reunirnos en familia. A mi esposa también le entusiasmó la idea.
La esperada llegada de la reina latina del pop estaba circunstanciada
políticamente por el hecho de que se presentaría en una instalación militar:
“La Base aérea de La Carlota”, donde
unos años antes, sus adyacencias habían sido testigo de una movilización
histórica (algunos estiman que aproximadamente un millón de personas) para
pedir la renuncia del presidente ex
militar: el 11 de abril de 2002. De esa
imborrable fecha quedaban secuelas y aun subsistía un ambiente crispado por las
pretensiones autoritarias del gobierno que ya había recibido muestras de
repudio por una mitad del país que no ocultaba su desencanto con los planes del
último caudillo de la decadente democracia venezolana.
Las entradas para el evento fue
muy fácil adquirirlas por internet. Lo que no imaginaba era que a pesar de su
alto costo, sería inmensa la cantidad de fans que su concierto movería hacia La
Carlota (se estima que asistieron más de 40 mil personas).
Pero fue alrededor del mediodía,
bajo un inclemente sol que los transeúntes de Altamira, la autopista Francisco
Fajardo y Chuao pudieron ser testigos de las largas colas para ingresar a la
Base Aérea. Una sola fila para todo
público sin importar su ubicación.
Como muchos, le tengo fobia a las
colas y mas a los tumultos y multitudes, por ello al arribar ese día a las
inmediaciones de Chuao, el primer impacto fue la enorme cola para ingresar a
esas instalaciones militares. Era kilométrica, pero eso no amilano mi ánimo
para ver a la diva colombiana, de modo que con resignación y entusiasmo el
grupo familiar se instaló a soportar de pie la afrenta de esa antesala.
La espera en la cola fue larga y
tediosa hasta llegar a la entrada principal ubicada frente al C.C.C.T. Tampoco
imaginabamos que las colas iban a ser a la larga el signo de la cotidianidad en
la vida de los venezolanos que optaron por quedarse, después de la diáspora que
provocarían las políticas del caudillo antes de morir y de su sucesor.
Ya en la última avanzada de la
cola, en la recta que terminaba en la estación dispuesta por los organizadores
para acceder a la Base Militar, una muchacha de color -como suelen referirse los
periodistas a las personas afro descendientes pretendió coleárseme a la brava. Yo le reclame su frescura y ella en
actitud malandra me retó diciéndome que ella no pensaba hacer esa cola. Entonces con firmeza me interpuse para
impedirle su abuso, pero la negrita se sintió -al parecer- ultrajada y me lanzó
una bofetada que no alcanzó a pegarme ya que la bloquee con el brazo izquierdo. En ese momento solo me vino a la
mente la estrofa de un reggaetón que sonaba recurrentemente por esos días en la
radio, cuya letra dice: “Mi nombre es Yasuri, Yasuri Yamileth, Yasuri Yamileth (Bis) Mi nombre
es Yasuri, Yasuri Yamileth. Te metes
conmigo, te saco la Gillete Te dejo una Ye,
que no es de Yeye. Sino de Yasuri, Yasuri Yamileth “.
Afortunadamente, mi hija mayor intervino para controlar a la exaltada
“Yamileth” y con firmeza femenina, aupada también por el público de la cola que
recriminaba a la “Yamileth” su atrevimiento, la obligó a retirarse. Al llegar a
la estación de entrada controlada por dos soldados, estuvo a punto de
producirse otra gresca cuando observé que los “soldados del pueblo” estaban
permitiendo a cambio de un pago, la entrada de sujetos que no estaban en la
cola. Reclamé la vagabundería pero los coleados se mostraron más hostiles que
la morena “Yamileth” y opté por deponer mi talante de ciudadano justiciero.
Al pasar a los espacios acordonados que indicaban el camino -bastante largo- para
llegar a la zona del concierto, se notaba que la desorganización reinaba, la gente
se movía como rebaños de ganado sin arreo buscando ganar los espacios que
permitieran una mejor visual de la tarima donde se presentaría la colombiana,
sobre todo considerando el menudo tamaño de la cantante.
Como suponía, no había sillas, apenas algunos espacios VIP,
de modo que el concierto debíamos presenciarlo todos de pie. Algunas personas
más precavidas habían llevado pequeñas sillas portátiles y cojines para hacer
menos infame la velada.
Aproximadamente
a las 6 de la tarde, Caramelos de Cianuro subió al escenario para tocar algunos
de sus éxitos, en una corta presentación. Erika de la Vega y Luis Chataing, en
nombre de los organizadores hacían tiempo y trataban de distraer al público que
cansado sólo quería ver a Shakira.
Cerca de las ocho de la noche
comenzó el esperado concierto de Shakira en Caracas con el tema “Estoy Aquí”,
apareció frente al público con una gran sonrisa, cabello color chocolate.
Caminó de lado a lado el escenario para que todos la apreciaran.
Inició su repertorio vestida con
pantalón negro y una blusa semejante a una chaquetilla de torero negra con
detalles brillantes y sus pies estaban
descalzos.
Al momento de interpretar “Te dejo
Madrid”, la segunda canción, se encendieron las luces del fondo de la tarima.
Así llego el tercero de sus temas,
Don´t brother, el único interpretado totalmente en inglés.
A las 8:30 p.m. cantó uno de los
temas más esperados, no solo por la voz y la letra sino para ver en vivo su
coreografía que impactó en el 2005, “La Tortura”.
Con un público totalmente de pie
era muy difícil a los de menor tamaño disfrutar del baile de aquella
espectacular cantante, por lo que tuve que cargar varios ratos sobre mis hombros a Ivanna, mi hija menor, pues era lo justo
que ella pudiera contar con propiedad a sus amiguitos sobre las cualidades de
la colombiana. Este esfuerzo sin duda me
pasaría factura al día siguiente.
Un telón blanco y una breve pausa
fueron la antesala de “No”. Para su interpretación Shakira salió vestida de un
gran traje rojo, con el cual al bailar hizo figuras que semejaban una flor.
A las 8:37 le tocó el turno a
“Suerte”, donde mostró sus grandes dotes para la danza árabe.
Después interpretó La Pared, Día de enero, Pies descalzos y Ciega, sorda y muda, esta última para
despedirse.
El regreso lo hicimos caminando ya
que era imposible conseguir estacionamiento por la zona, y menos taxis. Eso
sirvió para recrear el recorrido del 11 de abril que cuatro años atrás hicimos
desde la plaza Francia en Altamira.
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