"Los dólares invisibles"
📖 “Los dólares invisibles”
Barrio La Matanza, Buenos Aires. Mayo de 2025.
—Don Mateo, ¿usted qué haría si tuviera cien dólares guardados? —le preguntó Ramiro, su nieto de diecisiete años, mientras doblaban cartones detrás del mercado chino.
El viejo se rascó la cabeza, con la gorra desteñida sobre las cejas.
—¿Cien dólares? Los metería en la pieza y le prendería una vela a San Cayetano pa’ que no se evaporen.
—Dicen que ahora se puede comprar y vender libremente. Que el dólar va a bajar y la inflación también —dijo el chico, repitiendo lo que escuchó en TikTok, de un economista con voz de locutor y fondo de pileta en Nordelta.
Mateo escupió al suelo.
—¿Y vos creés que a nosotros nos llega esa baja? Yo fui al chino esta mañana y el aceite está a mil quinientos. ¿Quién se beneficia? El que tiene el dólar, no el que lo necesita pa’ comer.
Ramiro guardó silencio. Pensaba en su vecina, doña Nilda, que vendió sus dolaritos del colchón por miedo a que le robaran, y ahora los pesos se le habían ido como agua entre los dedos. También en su amigo Joaquín, que entró a trabajar en una fábrica reabierta por un empresario que volvió de Paraguay. Decía que eso era “gracias a Milei”.
—Capaz que con tiempo mejore —dijo Ramiro, como dudando.
Mateo se encogió de hombros. Sacó del bolsillo un billete de dos pesos con la cara de Bartolomé Mitre, ya inútil, y lo puso en las manos del nieto.
—Este billete valía medio kilo de pan. Ahora vale menos que el cartón que cargás. Cuando veas que los pobres dejan de buscar comida en los tachos, ahí sabrás si el dólar liberado nos ayudó o nos remató.
Ramiro asintió. Sabía que, para su abuelo, la economía no se medía en gráficos ni discursos, sino en porotos, zapatos sin agujeros y ollas llenas. Lo demás era humo. O dólar invisible.
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