¿Qué puede pasar el 10 de enero?

 






¿Qué puede pasar el 10 de enero?

En su exilio nevado en Alberta, Ignacio se formula esa pregunta mientras su reloj marca la medianoche del 10 de diciembre, el día en que ha cumplido 70 años. La misma fecha que lo lleva a reflexionar sobre los 25 años de un país secuestrado por "cabrones de mala entraña" cómo los llama Jaime Bayly en su próxima novela. Frente a la ventana empañada por el frío canadiense, su mente viaja a la posibilidad real de que los venezolanos recuperen su libertad y su democracia ese día tan esperado. Aunque ama la ficción, Ignacio detesta la ciencia ficción; la considera un refugio para mentes juveniles o perturbadas. Soñar con la "planta insolente del extranjero" desembarcando en las costas de Macuto o con misiles lloviendo sobre Miraflores y el Fuerte Tiuna le parece excesivo, casi risible. Prefiere imaginar lo posible, aunque a veces esa fábula se asemeje a un thriller psicológico al mejor estilo de Nosotros de Jordan Peele.





Ignacio entiende que la realidad es mucho más opresiva. Supone que el G2 cubano ha infiltrado hasta los cimientos de los cuarteles venezolanos. La paranoia reina entre los militares, quienes hace años atrás habrían organizado un levantamiento con mucho menos. Hoy, incluso los que tienen huevos —una especie en extinción— no se atreven ni a susurrar su descontento en los baños. El culillo domina las filas castrenses en Fuerte Tiuna. Aquellos que osaron expresar su rechazo al "Cártel de los Soles" fueron traicionados por los sapos y enfrentaron juicios amañados que les costaron su libertad, sus carreras y, en algunos casos, sus vidas.

Desde la cómoda distancia de su exilio, Ignacio imagina otro desenlace. Piensa en Edmundo González, apodado "Guaidó II", aterrizando en Maiquetía el 9 de enero, escoltado por un alto representante del gobierno de Donald Trump y otro de la ONU. Se pregunta si Maduro o Diosdado se atreverían a arrestarlo. Sería un reto directo al "catire impetuoso", quien ha garantizado a Edmundo que no le sucederá nada. Sin embargo, Ignacio también visualiza el caos. Turbas chavistas de malandros bloqueando las entradas al Hemiciclo para impedir su juramentación en la esquina de San Francisco. ¿Sería este el fin o el principio de algo mayor?

Entonces su sueño da un giro. En su mente, algunos comandantes —los menos esperados, supuestos leales al régimen— deciden actuar. La brutalidad de las turbas en los alrededores del Parlamento los lleva a reaccionar, conectándose de manera espontánea. Ignacio imagina un thriller: movimientos secretos en los cuarteles, llamadas cifradas, un zafarrancho descontrolado que termina en un desenlace inesperado. Tal vez, piensa, todo se alinea como en aquel abril del 2002. Una figura tambaleante como Maduro podría también "aceptar" su renuncia, abriendo el camino para que Edmundo tome el mando. Un final de cuento: "Colorín colorado, Edmundo ha coronado".

Pero al final, Ignacio también se cuestiona. ¿Son estos sueños una forma de evadir la realidad? Su aliento empaña la ventana mientras reflexiona. Afuera, el paisaje blanco de Alberta parece tan lejano del sofocante calor de Caracas, donde aún se lucha por un futuro mejor. La respuesta a su pregunta sigue suspendida en el aire helado de la madrugada. Y mientras tanto, la historia de su patria sigue escribiéndose, entre los miedos, las esperanzas y las luchas que están por venir.



Comentarios

  1. Este sueño de Ignacio todos lo tenemos, sin embargo cuantas veces hemos despertado con pesadillas, tambien me atormenta pero quiero que la balanza se incline hacia la esperanza esa que nunca la hemos perdido. Solo Dios sabe lo que va pasar.

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