A María Corina Machado
Conversatorio en Los Palos Grandes: Crónica de una charla que no fue un diálogo
La semana pasada asistí a un evento en la plaza de Los Palos Grandes, convocado por el alcalde Ramón Muchacho. Se trataba de un conversatorio, término en boga que promete participación ciudadana, aunque en la práctica suele reducirse a un monólogo prolongado del expositor, seguido de breves intervenciones del público que apenas rozan los temas tratados.
Llegué temprano y tuve la fortuna de encontrar una silla cerca de la tarima. A mi lado se encontraba la Dra. Isabel Pereira, destacada representante de la sociedad civil y, hasta hace poco, aspirante a ocupar el puesto de diputada que María Corina Machado perdió tras ser inhabilitada por el régimen. Una maniobra orquestada, sin duda, desde los cuarteles de la Asamblea Nacional, bajo el control del infame Diosdado Cabello.
El foro contaría con el poeta Leonardo Padrón como ponente, moderado por la periodista Shirley Varnagy. El tema: la diáspora venezolana, ese éxodo masivo provocado por un modelo político fallido que ha sumido al país en la miseria. Mientras esperábamos el inicio, aproveché la oportunidad para conversar con la Dra. Pereira sobre los recientes episodios políticos que la involucraban, así como el papel de la oposición en esta encrucijada nacional.
—Dra. Pereira, qué injusticia lo ocurrido con María Corina y con usted —dije—. Creo que era de sentido común que ella pudiera escoger a alguien de su absoluta confianza para sucederla. La MUD, como en tantas otras ocasiones, parece haber cometido un grave error, similar al desdén que mostraron por el llamado de Leopoldo desde Ramo Verde.
—Gracias, profesor —respondió con una sonrisa amable—. La Mesa de la Unidad no parece entender que este no es un contexto democrático. Se aferran a formalismos institucionales mientras el adversario juega sucio, abusando de su poder sin límites.
Asentí con firmeza.
—Exactamente, doctora. La MUD no interpreta el clamor de la mayoría. Su enfoque parece anclado en esquemas arcaicos que no responden a la urgencia del momento.
La conversación fluyó con naturalidad. Ambos coincidimos en que la inhabilitación de María Corina era un castigo desproporcionado e ilegal. Recordamos los múltiples atropellos que sufrió: las agresiones físicas en la Asamblea, su destitución como diputada, y ahora esta última maniobra para sacarla del juego político.
—¿Cree usted —pregunté— que dentro de la MUD hay cierto recelo hacia María Corina, quizá por su liderazgo arrollador o incluso por su condición femenina?
La doctora reflexionó antes de responder.
—Es posible. No sé si consciente o inconscientemente, pero sí noto cierto prejuicio hacia su figura. María Corina inspira respeto, pero también provoca inseguridades en algunos líderes tradicionales.
Hablamos de cómo el machismo, aún latente en la política venezolana, podría ser un obstáculo para sus aspiraciones presidenciales. Sin embargo, coincidimos en que la valentía de las mujeres durante estos años de "dictadura democrática" las posiciona como protagonistas indiscutibles del cambio.
El debate se interrumpió cuando Leonardo Padrón subió al escenario. Su intervención fue una conmovedora lectura de su crónica La Patria Grande, publicada en Prodavinci. Con maestría, Padrón abordó las raíces de la diáspora venezolana: el duelo de los que se van, las contradicciones de los que se quedan, y el profundo sentido de pérdida que une a todos.
Cuando terminó el evento, me quedé con una mezcla de admiración y frustración. Admiración por el talento de Padrón y la integridad de figuras como la Dra. Pereira. Frustración por la inercia de la oposición y la sensación de que, mientras unos luchan por el país, otros parecen más interesados en preservar sus cuotas de poder. En el fondo, la diáspora no es solo física; también es emocional. Es el destierro de nuestras esperanzas en un país mejor.
Comentarios
Publicar un comentario