Vertiginoso

 



Vertiginoso


Prólogo


El tiempo tiene la capacidad de diluir las certezas, pero también de agudizar las preguntas que nos atormentan. Para Ignacio, han sido más de dos décadas de dudas que lo persiguen como sombras, cargadas de nostalgias y de los ecos de un pasado que nunca dejó de reclamarle cuentas. Este relato es un viaje vertiginoso por la memoria de un hombre que lo perdió casi todo: su país, su familia, sus amores y, quizá lo más importante, las respuestas a las preguntas que lo desvelan noche tras noche.


La Venezuela que Ignacio conoció y amó quedó sepultada bajo el peso de un régimen que no solo arrasó con la economía y las instituciones, sino también con los sueños de quienes apostaron por una patria libre. Para Ignacio, ese declive se entrelaza con el suyo propio: los fracasos profesionales, los amores truncados y los sacrificios que parecieron nunca dar fruto. Y mientras los días pasan en su exilio en Barcelona, se debate entre aceptar lo que el tiempo le arrebató o desafiarlo en busca de las verdades que aún lo carcomen.


Vertiginoso no es solo un retrato de la pérdida, sino también de la resistencia. Es el relato de un hombre enfrentado a su pasado, a las decisiones que tomó y a las que evitó. Es un espejo que refleja las cicatrices de un país y de una vida que aún busca redención.


Adéntrese en esta historia, donde las preguntas no tienen respuestas fáciles y donde el alma se revela en el vaivén entre la nostalgia y la esperanza.


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Ignacio aún no logra entender cómo han pasado más de veinte años desde que dejó aquella empresa que marcó su vida. Aquella salida, abrupta y plagada de tensiones con el "capo" de la compañía, fue el inicio de una vorágine de cambios y pérdidas que parecieran haber transcurrido en un abrir y cerrar de ojos. Veinte años de un retiro involuntario que coincidieron con el derrumbe de un país que amaba profundamente. Veinte años inmisericordes, cargados de ansiedad, frustraciones y sueños que se desvanecieron en la interminable lucha contra la dictadura chavista. ¿Cómo pudo pasar tanto tiempo?, se pregunta en sus noches de insomnio. ¿Cómo es posible tanta ignominia?. Dos generaciones han sido arrasadas por esta lucha desigual contra la tiranía.


Esos años no dejaron muchas alegrías. Fueron dos décadas plagadas de desamor, fracasos comerciales y financieros, y pérdidas irreparables. Perdió amigos que murieron en las calles defendiendo ideales, otros que no sobrevivieron a las prisiones del régimen. También perdió a quienes migraron y nunca más volvieron, y a aquellos que, como él, regresaron solo para descubrir que el hogar ya no era el mismo. Su matrimonio fue un ir y venir de reconciliaciones y rupturas, de intentos fallidos de mantener un vínculo que los años y las adversidades terminaron por desgastar.


Pero si algo lo persiguió como un fantasma implacable fue la duda sobre sus amores. ¿Qué pasó realmente con Mila y su hijo? Aquella mujer de la empresa anterior, con quien compartió algo más que conversaciones en los pasillos, desapareció de su vida como una ráfaga, llevándose consigo a ese niño de quien nunca supo si era suyo. Y luego estaba Estefanía, la amante que desató sus pasiones más profundas y oscuras. Ella, que lo dejó tan pronto perdió el poder que la mantenía cómoda dentro de la compañía. Ignacio no volvió a saber de ella hasta nueve meses después de aquel adiós, cuando alguien le contó que había dado a luz a una hermosa niña.


El supuesto padre, un italiano que había luchado durante años por concebir con Estefanía, celebró aquel nacimiento como un milagro. Pero Ignacio nunca dejó de preguntarse: ¿Y si esa niña era mía?. La duda lo carcomió durante años, aunque siempre la enterró bajo las montañas de problemas más urgentes. ¿Qué podía ganar con exigir un ADN o alborotar ese avispero? Nada, se decía, sobre todo ahora, en su exilio en Barcelona, donde las preguntas no dejan de perseguirlo. Y lo mismo se pregunta sobre Mila: ¿Se repitió la historia con ella?. Pero ha pasado demasiado tiempo, y en este ocaso de su vida, siente que no tiene nada que ofrecer ni fuerzas para reabrir viejas heridas.


Sin embargo, estas incertidumbres personales no son las únicas que lo abruman. Su mente vuelve siempre al mismo lugar: ¿Qué será de mi país?. La nostalgia y el desencanto lo persiguen. Barcelona le ofrece un refugio, pero no una cura. Camina por sus calles llenas de historia y belleza, y se pregunta si algún día volverá a recorrer las suyas, las de Caracas, con la misma esperanza de otros tiempos. ¿Veré el fin de esta pesadilla venezolana?, se pregunta. ¿O moriré añorando esa libertad que nunca llegó?


Mientras las luces de la ciudad lo envuelven en un atardecer dorado, Ignacio siente cómo esas preguntas, esas cicatrices del alma, siguen latiendo. Las respuestas, sin embargo, permanecen tan esquivas como el tiempo mismo.





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