Oposición traidora



Ignacio desconocía las ingentes sumas de dinero que Estados Unidos y otros países habían entregado a la oposición venezolana, encabezada por aquel interino y su círculo de Voluntad Popular y Primero Justicia. Evitaba citar nombres, no por prudencia, sino porque ignoraba con exactitud quiénes administraron esos fondos y en qué los gastaron.

Recordaba, sin embargo, la caótica escena de la ayuda humanitaria bloqueada en Cúcuta. Se hablaba entonces de millonarios aportes del gobierno de Trump, mientras Guaidó, el "presidente interino" de una república inexistente, se rodeaba de líderes opositores que prometían un cambio inminente. Luego vino el escándalo de Monómeros, destapado por Calderón Berti antes de ser defenestrado por Leopoldo López. En redes circulaban cifras absurdas sobre los fondos desviados, y se decía que mantenían a varios de estos dirigentes viviendo en Miami y España, rodeados de lujos. Ignacio se negaba a creerlo. Más de una vez defendió a esos tipejos en redes sociales, rechazando las acusaciones de corrupción.

Pero ahora, con la propia administración de Trump denunciando el despilfarro y revelando los inmensos montos desembolsados, no quedaba espacio para la duda. Todo encajaba: la vida de opulencia que exhibían varios de estos políticos en el exilio y su absoluto silencio cada vez que algún periodista o influencer los confrontaba.

La magnitud del saqueo lo avergonzaba e indignaba. Había creído en algunos de ellos, en su aparente valentía frente a la dictadura. Pero lo que más asco le producía era pensar en lo que esos recursos robados pudieron haber financiado. Con ese dinero, se habría podido armar un ejército como el de Erik Prince para liberar a Venezuela del yugo chavista.

La Venezuela decente exige explicaciones. Exige justicia. Pero mientras estos vagabundos se reparten el botín, el país sigue atrapado en la maldición del chavismo.

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