“El Urrutia” es un viejo restaurant vasco ubicado en la avenida Solano de Sabana Grande, Caracas, en la zona de despacho de la extinta "República del Este", donde almuerzan comensales más y menos recurrentes, que con el tiempo ha devenido en una especie de club de gourmets fanáticos del futbol.
Manolo es uno de esos personajes en extinción; pícher “grande liga” a la hora de la cuenta, buen conversador, con alguna anécdota en cada tema y de rigurosa caballerosidad; un "tipazo" como se dice entre amigos.
En esa barra
discurren nuestros más inmediatos conflictos personales, familiares y
laborales. El siempre tiene historias más interesantes que contar; al
parecer las personas del “jet set” también sufren más intensamente sus dramas
familiares. “Los ricos también lloran” diría la célebre Verónica Castro. La terrible enfermedad que padece su padre y
la obstinación de su mujer por abandonar el país, aterrada por la violencia que
acecha a todos los venezolanos, han sido buenas excusas para las catarsis que
hemos hecho en el sitio animadas con unos cuantos "12 y 18 años". Él
se dedica a administrar capitales o inversiones de amigos y conocidos que tiene
muchos, pues transitar a su lado te hace sentir en compañía de un candidato en
plena campaña. Es de una rectitud a toda prueba, de tradición familiar; su
padre es recordado por su probidad y bonhomía. Por esa razón le
confié mi capital durante varios años, hasta cuando la “revolución
socialista” hizo añicos la economía venezolana y me vi obligado a liquidar
activos monetarios para invertir en ladrillos. A veces no comprendo cómo este
pana puede mantener su alto nivel de vida, apegado al manejo escrupuloso
y honorable de los activos que administra.
En los
últimos diciembre hemos acostumbrado reunirnos para despedir el año con
algunos amigos comunes (Gordy “mi pana mío” el de la tradicional tarjeta de
navidad o el flaco Med, conocido entre panas como “El Proxeneta”) y celebrar la
patria que esperamos nos devuelva “la revolución” después de las elecciones de
cualquier vaina que ahora se efectúan cada diciembre. Luego, a finales de enero
retomamos la rutina de nuestra amistad para rememorar lo más inmediato y hablar
de planes. Este enero lo imaginábamos por Europa disfrutando sus vacaciones,
como nos lo había anunciado y que sorpresa, cuando hago contacto para
saludarlo, lo consigo restableciéndose en una cama convaleciente después de un
aparatosa caída que sufrió esquiando en la estación francesa de
Méribel, en la misma montaña donde unos días antes el admirado piloto Schumacher sufriera
la terrible caída que hoy lo mantiene en coma artificial. A Dios gracias el
pana se sobrepone y este año habrá temas para la barra.!!
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