Mi inicio en la banca y mi divorcio



Mi primer encuentro con el sistema bancario fue en la consultoría jurídica del FOGADE (Fondo de Garantía de Depósitos), bajo la tutela de un abogado excepcional, formado en París, que años más tarde se haría célebre, no por su labor en el derecho bancario, sino por su defensa de los derechos humanos de los transexuales, especialmente en lo que respecta al reconocimiento legal del cambio de género. Su nombre, Tamara Adrián.

Mi paso por esa consultoría fue solo el comienzo de un recorrido que me llevaría a la Superintendencia de Bancos (Sudeban), donde descubrí mi verdadera vocación: el Derecho Bancario. Mi trabajo allí me permitió ascender rápidamente, y en poco tiempo fui designado consultor jurídico de la institución. Sudeban, que durante muchos años mantuvo un perfil eminentemente técnico, vivió una transformación importante durante el segundo gobierno de Rafael Caldera. Fue entonces cuando, tras la caída del Banco Latino, se nombró un superintendente proveniente del entorno político cercano al presidente, lo que marcó el principio de cambios significativos en la regulación bancaria.

Sin embargo, me gustaría destacar dos eventos clave en mi carrera bancaria que tuvieron repercusiones más allá de lo técnico y se convirtieron en un verdadero punto de inflexión en el colectivo.

El primero fue la controvertida intención de Orlando Castro, un corredor de seguros cubano, de formar parte de la junta directiva del Banco de Venezuela. Esto desató un enfrentamiento entre dos poderosos grupos económicos: el Grupo Banvenez, liderado por Carlos Bernárdez, y el Grupo Consolidado, encabezado por José Álvarez Stelling, quien respaldaba a Castro. En el centro de la disputa estaba el control que Bernárdez ejercía sobre las acciones del banco, acciones que la CNV calificaba como "acciones en tesorería", un detalle técnico pero crucial que generó un conflicto de intereses de dimensiones institucionales.

Este choque de titanes provocó una crisis que casi llevó a la intervención del Banco de Venezuela. En este contexto, como consultor jurídico, me vi en la obligación de asumir una postura contraria a la del entonces superintendente, quien consideraba la intervención como una medida viable. Fue una batalla legal y administrativa que dejó cicatrices profundas en el sistema financiero.

El segundo evento fue la intervención del Banco Latino, un conglomerado que había tomado partido en el conflicto previo en favor del Grupo Consolidado. Esta intervención se dio, a diferencia de la del Banco de Venezuela, bajo los parámetros legales que exigía la ley. Aunque el gobierno de Caldera podría haber optado por salvar al banco, finalmente decidió no intervenir, lo que resultó en una crisis financiera que sacudió a todo el sistema bancario y provocó la salida de las autoridades de Sudeban, lo que, en última instancia, significó mi salida del escenario.

Mi ascenso a consultor jurídico, aunque me permitió un crecimiento profesional significativo, también tuvo su precio en lo personal. La rutina del cargo, los foros, los viajes, las cenas de trabajo y las constantes relaciones públicas terminaron afectando mi vida familiar. El proceso de separación de mi esposa fue doloroso y traumático, especialmente por el impacto que tuvo en mi hija. Esa escena, el momento en que tuve que enfrentarme a la decisión, nunca se me borrará de la memoria.

El tiempo que pasé separado fue un verdadero tormento emocional. Durante ese periodo, me enamoré de una compañera de trabajo que, curiosamente, estaba casada. La relación se volvió aún más complicada debido a la intensidad de los celos de su esposo, quien, en su desesperación, nos vigilaba como un detective armado. Un período tenso y lleno de incertidumbre.

Fue en esa etapa de mi vida cuando conocí a una ex Miss Venezuela, cuyo nombre no solo reflejaba su belleza, sino también una personalidad intensa que hizo que la relación fuera breve pero, sin duda, memorable. Su temperamento me hizo dudar sobre la conveniencia de seguir adelante, y la relación terminó por desvanecerse, dejando espacio para otros amores fugaces, más de barra que de corazón. Me sentía perdido, sin brújula, buscando algo que me diera dirección.

Decidí entonces inscribirme en el gimnasio del Hotel Caracas Hilton (hoy Alba Caracas). Allí, además de hacer buenos amigos como Carlitos y Gordi, conocí a Yvonne, quien eventualmente se convertiría en mi esposa. Fue un amor a primera vista. Aunque, antes de dar ese paso, había que resolver un detalle importante: aún no había formalizado mi divorcio. La situación se tornó un poco tensa, pero afortunadamente, todo se resolvió favorablemente.

Finalmente, me casé en una ceremonia hermosa, rodeado de amigos cercanos, en un tiempo de bonanza. La luna de miel fue un sueño: recorrimos Venecia, Florencia, Roma, Nápoles (en pleno auge de Maradona), la Costa Azul con sus encantadores Cannes y Mónaco, Barcelona, Madrid… un viaje que quedaría grabado en mi memoria para siempre.

Sin embargo, al regresar, la calma fue efímera. Nuevos nubarrones aparecieron en el horizonte, las tensiones del pasado volvieron a surgir y el Banco Latino, que había sido uno de los protagonistas de aquella crisis anterior, finalmente colapsó. Fue el final de una era para la banca pública. Y así, mi paso por el sistema bancario también llegó a su fin.






















Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares