Mi visita a Maracaibo



El mejor momento para hacer la crónica de un viaje es en tiempo real; me parece que rodearse del ambiente sobre el cual se abordan los comentarios desata la musa. Sin embargo, voy a intentar a varios días de mi viaje a Maracaibo, comentar mis anécdotas de este paseo. El primer titubeo me lo produce la línea de taxi a la que solicito el transporte al aeropuerto; sin vacilar la secretaria al teléfono me refiere el precio a Maiquetía, un monto que supera el cincuenta por ciento (50%) del precio del boleto aéreo a Maracaibo. Los taxistas han dolarizado el precio de su trabajo inexplicablemente, en un país donde llenar un tanque de gasolina cuesta menos que un periódico. Definitivamente la epidemia de la corrupción ha contagiado a todos los sectores (al momento que esto escribo, “Transparencia Internacional” nos coloca como el país más corrupto de América) y el Gobierno desvaría en su plan demagógico de crear un hombre nuevo.

Centro Comercial Costa Mall  en Cabimas


Abordo la nave con el proverbial retraso en la salida. Voy a Maracaibo por dos razones: 1) conocer a mi nieta Sofía, hija del Junior con una emprendedora muchacha coriana a la que he tomado mucho afecto y 2) ver el adelanto del “Costa Mall”; un centro comercial moderno que despunta en la calurosa ciudad de Cabimas, donde apuesto la tranquilidad de mi vejez en una franquicia comercial. Regreso a Maracaibo después de varios años; luce diferente, muchas nuevas edificaciones en la avenida El Milagro, donde residí cuatro años; nuevos hoteles y modernos restaurantes apuntalan su crecimiento económico. El contacto con mi nieta y sus padres ha sido muy grato; viven un momento estelar, de muchos proyectos, la bebé ocupa todos sus pasos. Mi primera noche la lleno de nostalgia por los tiempos que viví en esa ciudad; me reúno en un estupendo restaurante mediterráneo con Antonio y Carmen, dos amigos ex compañeros de trabajo, fieles discípulos que me ponen al día sobre la suerte de los otros que se llevó mi salida de esa emblemática institución bancaria regional.

Restaurante “Girasol”
La saudade es justificada. Mis recuerdos de esa estancia son los mejores; una gente llena de gracia y una región muy especial. A mí no me faltaron atenciones y el confort que generalmente acompañan al cargo que ocupé y las responsabilidades que atendí. Si bien me fui contra mi voluntad, hoy día hasta le agradezco al dueño haberme apartado de sus planes, pues si bien financieramente estaría muy cómodo, probablemente sería un viejo hipertenso; la agenda de trabajo sumada a los constantes viajes en avión terminan destrozando los nervios.  Un ritmo de vida no  aconsejable a largo plazo. Además, me hubiese perdido momentos estelares de la adolescencia de mi hija Ivanna; quizá mi matrimonio no sería una buena referencia y la salud mental de mi madre no hubiese recibido la atención que he podido brindarle.

Diomalys y Olinto Jr.


Pasé con mi hijo y su nueva familia dos días singulares, Sofía es una bebé muy tranquila y de buen apetito, que tiene a sus abnegados padres vigilantes de cada uno de sus gestos y movimientos. Fuimos a almorzar a un excelente restaurante italiano que el crecimiento gastronómico instaló en los predios de “La Vereda del Lago” con el Centro Comercial “Lago Mall”; una vista estupenda que yo antes disfrutaba durante mi residencia en esa ciudad, cuando al caer la tarde trotaba por ese paseo los días que la agenda laboral me lo permitía. Durante el recorrido que hicimos de noche observé con pesar que la navidad luminosa no llegó este año a Bella Vista con la euforia de siempre -al parecer- por falta de presupuesto de la Alcaldía de Maracaibo y de la Gobernación; son nuevos tiempos.

Sofía y su abuelo

Por lo que respecta al avance del Centro Comercial la obra limpia ha concluido, pero han surgido algunos inconvenientes para la terminación de los arreglos individuales como consecuencia de las trabas que la corrupción socialista ha llevado a los consejos comunales. Regreso a Caracas animado por la proximidad de mi emprendimiento comercial y recibo con estupor imágenes televisadas del Presidente de la República en cadena nacional, llamando -eufemísticamente- a saquear los establecimientos comerciales -que han recibido los favores cambiarios del Gobierno y venden a precios exorbitantes- al pedirle a la población que “vacíen los anaqueles” de esos establecimientos; otros funcionarios le hacen coro a las amenazas. Se avizoran tiempos violentos. Los llamados oficiales desatan la locura colectiva de “comprar” y un ambiente de perplejidad y zozobra se instala en el ánimo de los venezolanos.


¡Se asoman recuerdos del Caracazo!


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