La noche del jueves de la semana pasada tomé un taxi para ir a Sabana
Grande a atender un tema de la junta de condominio del conjunto residencial
donde vive tía Rosa, que yo asesoro
jurídicamente desde hace algún tiempo, y por la hora suponía que tropezaría
en la vía con el deprimente espectáculo
de los travestis y las prostitutas que acostumbran desde hace muchos años -para
levantar a sus clientes- desplegarse a lo largo de varias cuadras de la avenida
Libertador de la Caracas nocturna, que
es un trayecto obligado para acceder a
la emblemática calle Negrin de esa conocida parroquia.
Pero observo que no, las "prostis" ya no se ven por todo eso.
Como se que los choferes de taxi tienen la bien ganada fama de ser las personas
más o mejor informadas de cualquier ciudad y sobre todo de Caracas, por su
tendencia a entrometerse en cualquier tema de conversación y el talante de
ávidos lectores y opinantes formados a la luz de la lectura
rápida del popular diario “Ultimas Noticias”, le hice el comentario sobre la
ausencia que observaba en la vía de esos estrafalarios personajes noctámbulos y
la respuesta no se hizo esperar. Me dijo:
-No jefe, los malandros nuevos
las corrieron.
-¿Como así?
-Bueno es que les lanzaban excrementos desde los apartamentos.
Yo haciéndome el desconocedor de la zona insistí:
-Bueno de los edificios esos que hizo Chávez, que están regados por toda
esta avenida.
-¡A caramba!. Entonces no es solo a Leopoldo López a quien le tiran
mierda en este país.
-¡No joda jefe! esos pargos y prostitutas se volaron de por aquí. Usted
sabe esta zona se enchabó con ese
malandraje que trajo Chávez y Maduro.
Entonces le comenté:
-De verdad que nunca un término había calado tan preciso como el de
"enchabar" para aludir lo malo que hizo el comandante Chávez.
El chofer en una de las típicas manifestaciones de “erudición” que
distingue a ese gremio, me acotó:
- Ese término “enchabe” de uso en Venezuela antes de la llegada de
Chávez se escuchaba en la jerga de los malandros.
Yo me atreví a agregarle:
-Creo que los mejicanos de los suburbios ya la usaban hace tiempo no sé
si con el mismo sentido. En todo caso, esa jerga vulgar ya dejó de ser marginal
desde que los titulares del diario “Ultimas Noticias” adoptaron ese lenguaje
ordinario para comunicar la más reciente acción del gobierno, con Díaz Rangel
como director de ese periódico.
Entonces procuré seguir con la curiosidad sociológica inicial sobre el
tema de “las prostis” y le pregunté con la seguridad de obtener su respuesta:
-Bueno y ahora desde dónde despacha ese gremio de damnificadas?
-Esas locas se fueron para El Rosal, en la calle financiera.
-¡A carajo! -alcancé a
replicarle- esa es la avenida Venezuela. Bueno ahí tienen una mejor clientela;
está la Asociación Bancaria y los bancos del Gobierno, el Bicentenario, el
banco de las Fuerzas Armadas, el del Tesoro. Mucho billete, amigo.
-Sí y ahí tienen también el “Juan Sebastián Bar” donde se emborrachan
los más famosos corruptos.
-En todo caso ese “Wall Street” caraqueño
seguramente les va hacer la guerra porque es como deprimir la zona con esas
escaramuzas nocturnas que suelen ocurrir entre
esos personajes y sus clientes.
-Bueno, ya esa zona es competencia del Alcalde de Chacao, el guabinoso
Muchacho ese.
-A lo mejor ese carajito maneja mejor ese tema de los travesti porque
ese es educado en Francia.
-!Llegamos mayor! -afirmó cuando el vehículo me acercaba a la puerta
del edificio en ese tono de respeto que suelen utilizar estos personajes cuando
quieren dar por terminada una conversación-.
-¿Cuánto te debo?
-Por ser usted que parece buena gente, tarifa mínima: dos unidades
tributarias.
Yo en el momento me sentí desconcertado, pues ahora estoy poco pendiente
de esos vericuetos fiscales.
-Así es la cosa -le observé- que generoso de tu parte y a cuánto está la
unidad tributaria?
-Que práctica esa forma de cobro
-le dije con cierta ironía- espero que la próxima no sea al tipo de cambio del
dólar SIMADI. Gracias por toda la información. ¡Buenas noches!
Yo me regresaría al concluir la
reunión en una cola que había cuadrado con otro de los asistentes a dicha
sesión, ya que no acostumbro llevar mi vehículo de noche hacía esa zona por la
falta de más puestos en el estacionamiento. Al tomar el ascensor solo pensé en
los esfuerzos y sacrificios que hizo tía Rosa durante años para comprar su apartamento
y cancelar la hipoteca; el alto condominio mensual que paga, que seguramente
todos los copropietarios de este conjunto hicieron igualmente. Y que ahora tengan que soportar esos nuevos
vecinos “indeseables” de los edificios aledaños, que además han recibido de
regalo esos apartamentos a cambio de una lealtad política, sin ningún esfuerzo
ni sacrificio, con el socorrido argumento oficial de la inversión social para
los excluidos.
¡Que enchabe tía Rosa! Me dije.
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