Pa´ Cúcuta, los desplazados.










Viajar por tierra desde Caracas a San Cristóbal fue un itinerario recurrente en mi época de mozo, pues mi primera esposa es oriunda de gochilandia. Ese trayecto lo consideraba suficientemente transitado y desde que  viajar por avión se me hizo un gasto  menor cuando crecí profesionalmente y mejoraron mis ingresos, no había pensado en recorrerlo nuevamente. La “revolución” se encargo de empobrecer a la clase media y profesional al punto que viajar ahora por  Maiquetía a cualquier destino  nacional resulta muy costoso; un lujo que puedes darte solo muy  esporádicamente.

En busca de “Quetiapina”  tomé el bus en una de las líneas privadas que operan en el este de la cuidad de Caracas. El primer impacto de la terminal me lo produce la cantidad de pasajeros atiborrados de maletas. Pregunto a algunos sobre la razón y entonces entiendo las lagrimas que brotan de quienes  van a despedirlos.    "Son muchos los que abordan  las unidades para no volver"  comenta alguien. Simplemente huyen   hacia Colombia desplazados por la calamidad que azota a la República Bolivariana de Venezuela.

Ese mote de "bolivariana" seria a la larga una mascarada y el preludio de la macabra fiesta en que convertiría el chavismo "la mejor Constitución del mundo" echando mano del oficio criminal de cuatro jueces vergonzosos que operan una “Sala Constitucional” como si se tratase de un salón de billar donde vagos y pillos conciertan golpes desde asaltos a bancos hasta golpes constitucionales. Ellos cínicamente protagonizan el epilogo de la   novela trágica "la revolución bonita".
El trayecto hacia Los Andes me volvió al pasado cuando recorría fascinado estos parajes hermosos. Observo ahora con tristeza que los caseríos que crecen a la vera de sus carreteras  muestran la indolencia con estos pueblos de los gobiernos de la democracia y más aun de la dictadura chavista. Algunos conservan las emblemáticas casas blancas de bahareque y techos de teja que distinguían a las viviendas de humildes campesinos andinos. Otros parecen desolados por la vorágine bolivariana. Destartalados ranchos a la usanza de los barrios caraqueños son ahora los vecinos de esas pintorescas viviendas, que lucen erosionadas por el paso del tiempo y el abandono. El encuentro con San Cristóbal me trajo los recuerdos   de cuatro años atrás cuando ensayé en la actividad de “empresario teatral” con la obra "Esperando al italiano" y pude convencerme de lo poco atractivo que resulta el teatro para los gochos, que si viven con pasión el fútbol y la vida real. Una ciudad muy activa que muestra  las huellas del paso de la plaga chavista encabezada por Vielma Mora (mi ex cuñado).
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