Las caras tristes del aeropuerto




En esta semana fui a despedir a mi familia al aeropuerto de Maiquetía que se iban de viaje de vacaciones a “el imperio” como lo bautizó el “comandante galáctico”. Yo preferí quedarme con mis padres y suegros ya ancianos; estos no pueden dejarse en manos de terceros, la vida en Caracas en estos años se ha tornado demasiado azarosa, llena de imponderables. Al llegar al aeropuerto en una hora tradicionalmente agitada por la cantidad de pasajeros, me impacta lo desolado de este; la gigantesca pintura cinética:  “Cromointerferencia” de Carlos Cruz-Diez, ya no produce la misma sensación de gran país que antes intuías, ahora parece quedarle grande a ese penoso establecimiento. Al caminar por los pasillos observo la cantidad de mostradores de  líneas aéreas que han abandonado nuestro país, apenas quedaron las huellas de sus anuncios retirados. Ya esta imagen perturba, te cuesta creer lo que ves. Al llegar a la cola, las caras largas y tristes de la gente me desconcierta.
Qué pasa, me pregunto por qué no tienen la alegría de la gente cuando se iba de viaje, no hay esa algarabía o festejo que tenían sus rostros o las conversaciones presuntuosas por los celulares que observábamos en muchos de nuestros vacacionistas,  el lenguaje corporal es otro ahora, no se comunican, lucen  como resignados y hasta su vestimenta evidencia la decadencia de nuestra clase media. Le comento a mi familia el shock que me ha producido esto. Alcanzan a referirme lo limitado de las divisas para Miami, el costo de los boletos y el cambio del dólar paralelo para las compras. Entiendo.
Pero hay algo mas; supongo que algunos están tomando un vuelo sin regreso, que ha sido la constante en los últimos años, los emigrantes sin vocación, la huida hacia un futuro incierto. Ese  momento de la despedida es arrasador, yo lo viví hace dos años cuando mi hija mayor acosada por el pánico que le produjeron varios robos y la incertidumbre con su futuro profesional optó por irse a Canadá. Pero estos son casi todos en viaje de turismo, supongo, descanso pues.
Mi conclusión cuando subía hacía Caracas, es que además de toda las estrecheces e incomodidades que supone un viaje ahora al exterior, si no eres un enchufado, es la certidumbre de  saber qué dejas cuando te vas: un país sumido en la desesperanza, agobiado por todas las penurias provocadas o acentuadas por un gobierno de incapaces; que sus venezolanos son objeto de lastima por los otros países no alineados al proceso socialista venezolano. Un país de pobres con un gobierno administrador de una inmensa riqueza que ha entregado a un nefasto proyecto político, que sólo ha servido de una gran fuente de corrupción y despilfarro. El saberse que a tu regreso vas a encontrar ese mismo escenario o uno peor. Y la oposición sin brújula. Un país de caras tristes. En ese momento, en la soledad de mi regreso a Caracas, sólo me vino a la memoria la letra de una estupenda canción de Ismael Rivera: ” Las caras tristes de mi gente bella…”

Comentarios

  1. Al leer esta crònica es imposible no quedarse sin palabras, es triste leer que esto pasa en Venezuela, parece que las malas noticias no se cansan de llegar y el corazòn del venezolano no se cansa de aguantar.

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